Los golpes de estado con soldados y tanques llenando las calles, son imágenes del pasado, al menos en esta parte del mundo, cambiaron, como cambió todo. El primer golpe institucional fue el que se produjo contra Raúl Alfonsín en 1989. Nos tomó por sorpresa. No había despliegue militar, ni bandos en las radios, sino un ataque financiero, paros generales, un peronismo enardecido y fomentando saqueos.
Las imágenes se repitieron, pero con más violencia, en diciembre de 2001, cuando la imagen del helicóptero saliendo de Casa Rosada, lleva al presidente Fernando De la Rua, fuera del poder. Años después el ex gobernador de Buenos Aires y ex presidente, no electo por votos, Eduardo Duhalde se ufanaba de haber armado todo.
Los últimos días de julio, la incertidumbre se transformó en el estado anímico imperante en el país. Con más sutileza, pero sin disimulo, le propinaron al presidente Alberto Fernández un golpe, que transformó su gestión en una ficción.
Desde el kirchrnerismo los ataques fueron constantes, tantos lo públicos, como los ocultos, que son los que más daños causan. Presión de los piqueteros en las calles, conspiraciones palaciegas, legislativas y por supuesto, el fantasma de Cristina Fernández, sobre todo.
Lamentablemente un grupo de personas e intereses hoy lograron tomar a la República por asalto.