El impacto de la aceleración de la inflación en distintos indicadores de consumo comenzó a percibirse en los últimos meses. Y, al tratarse del componente con mayor incidencia en el PBI argentino, aparecen algunas luces de alerta de cara a lo que pueda ocurrir en los próximos meses.
Es que, según señalan, si bien no se espera un “desplome”, existe un “combo de factores” que afectará el consumo en la última parte del año: más allá de la suba de precios, se destaca entre otros el aumento de las tarifas, el encarecimiento del crédito y un menor impulso fiscal por parte del Gobierno.
Por caso, de acuerdo al relevamiento que realiza la consultora Focus Market, el consumo masivo registró en agosto una caída del 7,3% interanual, para acumular en los primeros ocho meses del año una contracción del 2,6. «En agosto la inflación desaceleró, pero aún se ubica en el podio de los tres datos más alto del año. La contracara es un bolsillo debilitado en su poder adquisitivo y un nivel de deuda en crédito vía tarjeta que es un tanque de oxígeno con menor capacidad para amortiguar un respiro hacia la llegada de comienzo del mes siguiente. El ajuste que no se vio en el sector público se ve en el sector privado, en familias sobre todo en la clase media», describió al respecto Damián Di Pace, director de la firma.
Se trata, a fin de cuentas, de un dato que grafica de alguna manera la realidad que se percibe sobre todo en la segunda mitad del 2022. Es que, tal como explicó el Jefe de Research de Ecolatina Santiago Manoukian, “en el primer semestre el consumo siguió creciendo con respecto al año pasado”. “En primer lugar, encabezado por los servicios, por los sectores más afectados durante la pandemia”, señaló. Se dio, remarcó, una caída de la demanda de dinero, “una fuga al consumo, acompañada de una recuperación de los salarios reales”.
Durante la segunda mitad del año, sin embargo, la realidad es distinta. “El segundo semestre comenzó con perspectivas que están teñidas por, en primer lugar, las restricciones a las importaciones de fines de junio. Eso limita la expansión en el mercado interno de la oferta, en términos de cantidad y de variedad, además de generar presiones inflacionarias adicionales”, sostuvo Manoukian.
“Pero a eso se le suma el mayor impacto de la aceleración inflacionaria sobre los ingresos que se espera para los próximos meses. Si bien las paritarias pueden ayudar al sector formal para que no caiga tanto el salario, si es que se reabren rápidamente, creemos que el impacto va a ser superior al que fue en la primera parte del año”, señaló el analista, quien agregó: “Y a eso se le suma el ajuste en tarifas: que no sólo impacta en el IPC, sino que también resta ingreso disponible para gastar en consumo. Las familias se van a encontrar con un costo fijo mayor y todo el resto que les queda para ahorrar o consumir, se va a ver restringido”.
“El encarecimiento del crédito al consumo y a la inversión, por el ajuste de tasas que viene llevando adelante el Banco Central y que esperamos que se mantenga en septiembre, va a ser otro factor a considerar. Y hay un impulso fiscal que tiene que ser menor, una capacidad que tiene el Estado de impulsar la actividad económica, que va a ser menor a lo que fue en la primera parte del año”, remarcó Manoukian, quien concluyó: “Hay un combo de factores que hacen pensar que la actividad y el consumo en particular se van a ver afectados”.
Más allá de que el crecimiento en el consumo parece haber alcanzado un techo, también destacan que se trata de una realidad heterogénea. “Como componente preponderante del PBI en Argentina, lo que pase con el consumo privado va a signar el ritmo de desaceleración en esta última parte del año”, aseguró Sergio Chouza, director de la consultora Sarandí, quien de todas formas detalló: “Por ahora, no se ven indicadores que sean unívocos, que marquen un desplome. Hay algo de lateralización, hay indicadores de consumo mayorista que empiezan a dar un mes para arriba, otro para abajo. Atento al hecho de que, en los meses de mayor convulsión financiera y cambiaria, las familias se preservaron de realizar algunos consumos no indispensables”.
“Por otro lado, hay sectores que tienen baja disponibilidad, como los de consumo de bienes durables vinculados a bienes de capital para el sector productivo o a bienes de consumo final para las familias, como vehículos o electrodomésticos. Y, en algunos casos, hubo algún tipo de rigidez del abastecimiento en las semanas más álgidas donde primó la especulación, porque no había referencia de precios estables en materia de costos de reposición”, agregó Chouza.
El economista sostuvo, además, que si bien es probable que este año se registre una caída en el salario real, “no deja de haber una nominalidad muy alta que genera heterogeneidades”. “Entonces, hay sectores que tal vez tienen disponibilidad de pesos y en un contexto en el cual los pesos queman en el bolsillo, el acto impulsivo de muchas familias que tal vez no tienen instrumentos sofisticados para preservar el valor de los ahorros, deciden consumir. Por lo cual, en lo que resta del año no veo que vaya a haber un desplome. Sí, en cambio, se vería una dinámica con sus tribulaciones: una dinámica de efecto serrucho, con algún mes para arriba y otro para abajo. Y, por ahora, en los diferentes indicadores no hay un patrón muy evidente”, cerró.