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La bondad de los idiotas

«Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco muy bien.» Groucho Marx
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Hay gente buena por todas partes. Adonde uno fije la vista ahí verá al menos una persona buena. Es que la bondad parece fluir en todas direcciones. Mire, Argentina es todo un país hecho de buenos. Una enorme Nación bondadosa. Buenos por aquí y buenos por allá. Todos y todas buenos y buenas. Y para no desentonar con algunos buenos digamos mejor que abundan los buenos, las buenas y les buenes.

Fíjese, están los bondadosos de género. Esos han descubierto que la mujer es intrínsecamente buena y el hombre es malo, al menos hasta que el masculino demuestre lo contrario, si puede, claro. Esta clase de personas bondadosas está dedicada a salvar a la humanidad de la maldad de la otra mitad de la humanidad. ¿Qué tal?

Están también, por ejemplo, los bondadosos indigenistas. Estos han descubierto que las personas con rasgos, lenguas y costumbres europeas tienen algo así como la pena del pecado original. Pero si además estos descendientes de gringos son nacidos en Argentina eso solo es prueba suficiente que tienen sangre de los indios asesinados, sino en sus manos, al menos en sus almas. Además, en su antropológica bondad han inventado un nuevo concepto de raza: la raza autopercibida.

A los bondadosos les gusta analizar los siglos pasados con la moral de las ONGs del presente. De puro buenos que son.

¿Y qué me dice de los buenos ecologistas? Ellos, buenísimos como son, cuidan de nuestras comidas, vestidos, movilidad, ciudades, bosques, mares, fabricas, casas y una interminable lista de cosas. Son una clase de gente que de tan buenas personas que son se lamentan que el ser humano esté arruinando el planeta donde vive.  Es que sería tan maravilloso que volviéramos a vivir en las cavernas sin dejar una mísera huella de carbono, como si nunca hubiera existido la especie humana. ¡Que emocionante!

Los buenos son así, ellos se saben y autoperciben buenísimos. Por eso es que están convencidos que los que no piensan como ellos son los malos. No importa el argumento y mucho menos cuál sea su investidura o su rol en la sociedad. Si usted es juez y no falla como los buenos quieren que sentencie, entonces usted es un funcionario judicial malo y punto. Si es profesor y no enseña los contenidos que el bondadoso desea, entonces es un docente malo y punto. Lo mismo vale para un político o empresario o artista o periodista o lo que sea. Lo que contradice o confronta a la supuesta bondad de los supuestos buenos argentos es absolutamente malo. Y punto.

No crea usted que la cosa termina ahí, para nada. Hemos ido tan lejos que en este país de buenos hemos concebido la bondad de la pura condición. Solo por el hecho de revestir en tal o cual categoría se puede ser bueno. Por ejemplo, si es pobre entonces es bueno, si es inquilino indefectiblemente es bueno, si está enfermo es evidente que es bueno, si se murió es bueno, muy bueno, si lo pilló in fraganti la policía es bueno, si en la juventud ponía bombas es bueno, si no hizo aportes a la seguridad social es bueno y si es motochorro es bueno.

Por el contrario, si no es pobre es malo, si es propietario es malo, si está sano es malo, si es policía es malo, si no se dedicó al extremismo es malo, si se defiende de los delincuentes es malo, muy malo Y qué le voy a decir si además es hombre, blanco, heterosexual y cree que el código penal y civil valen para todos sin excepción de sangre o autopercepción. Usted será en ese caso un ser absolutamente execrable, abominable.

Argentina es un país muy creativo a la hora de inventar bondadosos.  Ahora, últimamente, una nueva clase de buenos ocupa el horario central de los medios. Estos son los bondadosos que vienen a salvarnos de las garras de una casta, que no sabemos de dónde salió, y que se pasó años tejiendo un entramado jurídico e institucional con el perverso fin de empobrecernos y esclavizarnos. (estos son buenos muy ocurrentes).

Como si no tuviéramos suficientes con los bondadosos que nos querían salvar de los imperialismos y las terribles oligarquías o cuando no de malditas burguesías o tenebrosas sinarquías, ahora estos recontrasuperbuenos vienen a salvarnos y liberarnos de las horrendas castas chorras. (dios mío).

Estos bondadosos sostienen que para que seamos felices debemos desmantelar el sistema monetario argentino. No piensan en reparar o corregir, no. Destruirlo es la meta. Y a partir de su aniquilación, prometen con entusiasmo patológico que se abrirán los portones de una maravillosa historia de prosperidad, felicidad y realización. (cachazo de bondad la de estos bondadosos). De hecho, sueñan con un estado minimalista que imaginan súper eficiente y en sus vahos intelectualosos el interés individual de cada ser humano salvará a la sociedad, la nación y a la humanidad. ¡Súper bondadosos! (Cualquier parecido con una religión New Age no es casualidad).

Tenga cuidado con siquiera dudar de la racionalidad o veracidad de los postulados de estos recontrabuenos últimos modelos. Antes que se dé cuenta le habrán llovido insultos proferidos con alaridos de energúmenos afectados por toda clase de carencias en sus tiernas infancias.

En fin, cada cual en Argentina parece sentirse poseedor de la bondad en exclusividad. Y ese sentimiento al fin de cuentas, no es más que una idiotez. Una verdadera estupidez de una vanidad que combustiona con la decadencia. Una autoreferencialidad de lo bobo. Una exaltación de lo imbécil.

El sujeto social de la historia que define una postura para una dirección moral de su destino ya no está. En su lugar hay un idiota tironeado por la puja de los bondadosos. El idiota no se da cuenta de su idiotez, porque es idiota. La época lo ha lanzado a una neblina de ruidos y boberías que lo aturden y lo narcotizan. El idiota se siente empoderado. Se levanta sobre sí mismo con el dedo índice erecto y bondadosamente señala el camino de lo bueno, lo verdadero y lo bello. Pobre idiota.

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Director

Eduardo Huaity González

Salvador® es una publicación de
Editorial ABC S.R.L.
Gral Güemes 1717
Salta, Argentina