Una de las típicas preguntas que formula la gente sobre la situación económica es: ¿por qué no estalla o cuando estalla esto? En rigor, desde el punto de vista económico el descontrol inflacionario ya es un dato de estallido económico.
La tasa de inflación del 66,1% acumulada en los primeros 9 meses del año equivale a un ritmo medio mensual de 5,8%, que proyectada a un año se eleva a 96,7%. Claro que hay rubros que ya superan el 100% de aumento en los pasados 12 meses como es el de textiles e indumentaria con 118 por ciento.
La tasa de inflación anual se ubicó en 83% en septiembre y se estima escaló a 88% en octubre. Hay que remontarse a diciembre de 1991 cuando, si bien la tasa de inflación mensual había descendido notablemente con la convertibilidad, el acumulado anual seguía siendo muy alto. En otras palabras, retrocedimos 31 años en materia de política inflacionaria.
El malhumor de la gente, junto con la tristeza, desánimo, hartazgo y hasta brazos caídos luego de tantos fracasos se percibe en cada conferencia que uno da y en la misma calle. Si uno observa algunos indicadores económicos, hoy la situación económica es sustancialmente peor que en 2001 cuando hubo saqueos y se produjo la caída del presidente Fernando De la Rúa, junto con una crisis institucional.
Mientras que ahora la tasa de inflación anual se proyecta al 100%, no había inflación en 2001, la variación del IPC del Indec estaba por debajo del 1% anual.
El déficit fiscal primario estaba en el 1,96% del PBI en tanto que ahora ronda el 2,5% del PBI con el agravante que el gasto del sector público nacional estaba en 18% del PBI y ahora ronda el 28%, 10 puntos más, lo que significa un nivel de déficit absoluto mucho más difícil de dominar. Si tomamos el gasto público consolidado pasó de unos 30 puntos del PBI a 48% del PBI. Es decir, el orden fiscal que hay que establecer es sustancialmente mayor al del 2001.
La pobreza golpeaba al 27% de la población y actualmente está en el 36,5%, es decir, 10 puntos porcentuales más y sin embargo no hay saqueos con los aumentos de precios que se disparan semana a semana.
En 2001 no existía el déficit cuasifiscal que tenemos hoy en día. La deuda del BCRA con la colocación a los bancos de Leliq y operaciones de Pases neto ya llega a $9 billones, habiendo recibido una deuda del gobierno anterior de $1 billón; y le ha generado una pérdida de $2,3 billones desde el inicio del corriente año que supera al déficit primario del Tesoro Nacional.
Además, aumentó el stock de deuda de la Tesorería en unos USD 69.000 millones en lo que va de la presidencia de Alberto Fernández y la economía está estancada desde hace más de una década.
En rigor, ya se advierte una especie de micro estallidos que tienen que ver con los constantes piquetes que movimientos populares hacen en la Avenida 9 de Julio; la violencia que se observa en la calle y, sobre todo, la angustia que vive la gente día a día para poder vivir con sus ingresos que se licuan fruto del desborde inflacionario.
En el mercado de cambios lo que se ve es un Banco Central que subió la tasa de interés de referencia de mercado, la cual genera un arbitraje con la tasa de devaluación del peso en el circuito regulado, y da lugar a lo que hoy se conoce como carry trade. La tasa efectiva Badlar pasó del 40% anual al actual 96%. La apuesta es que la tasa le gane al dólar y luego dar vuelta la posición y poder recomprar dólares con los pesos invertidos más la tasa de interés. Una situación explosiva.
En septiembre, mes en que se implementó el dólar soja, el stock de depósitos a plazo fijo no indexados creció el 11,4%, en agosto había aumentado 7,5% y en octubre 7,1%. El día que ese stock de arbitraje financiero se de vuelta y los operadores decidan “realizar” la ganancia se puede generar un fuerte temblor cambiario.
Cuándo se va a producir el cambio de cartera no se sabe, y es complejo de predecir porque estos “planes” saltan en el momento menos pensado y por las causas menos sospechadas.
Lo cierto es que hoy la situación económica es más caótica en términos de variables económicas y de crisis social que en 2001, sin embargo, no tenemos a la gente en la calle rompiendo vidrieras y gritando que se vayan todos o saqueando supermercados.
Es que la clase media salió a la calle en 2001 cuando se impuso el “corralito” y luego cuando le pesificaron los depósitos. Pero no salió a romper vidrieras ni a saquear supermercados.
En lo que hace a los sectores más humildes, los contienen con más planes sociales o planes sociales que disfrazan de otra cosa, como es el caso de destinar el 30% del presupuesto de obras públicas a los llamados movimientos sociales. Para no mostrar más dinero en planes sociales, inventan que le dan dinero a gente que no está capacitada para llevar adelante obras públicas. Maquillan más planes sociales de trabajo.
Por su parte, La Cámpora, si bien no pasa un día sin criticar al gobierno de Alberto Fernández, sigue ocupando cargos claves con el manejo de grandes cajas. Es decir, está adentro del gobierno para manejar las cajas y fuera del gobierno a la hora de criticar la terrible gestión del kirchnerismo. Su jefa espiritual habla como si no fuera parte para despegarse del desastre económico y social.
En otros términos, al kirchnerismo más duro no le conviene un estallido social porque de caerse el gobierno de Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner tendría que hacerse cargo del desastre económico y pagar el costo político, cuando su intención es transferirle ese costo al próximo gobierno, cualquiera sea su signo.
Les conviene tratar de mostrarse como opositores dentro del gobierno del que son parte y seguir manejando las cajas para mantener a los sectores más humildes a fuerza de planes sociales
Pero, además, perderían las cuantiosas cajas que manejan si hubiese elecciones anticipadas. De manera que les conviene tratar de mostrarse como opositores dentro del gobierno del que son parte y manejar las cajas que tienen para mantener a los sectores más humildes a fuerza de planes sociales y bonos extraordinarios.
Por el lado social, tal vez no se vean las protestas en la calle como en 2002, salvo los conocidos piquetes en la Av. 9 de julio. Al kirchnerismo no le conviene el desborde social. Lo único que puede complicarlos es un salto de las cotizaciones en el mercado libre de cambios.
Otra opción es que se asista a una implosión de la economía por falta de dólares para importar insumos y eso sumerja a la economía en un proceso de recesión con inflación. En ese caso, el Gobierno podría volver a usar la “maquinita” de la emisión de pesos, para tratar de contener el descontento social. Todo parece indicar que el futuro del gobierno dependerá de lo que ocurra en el mercado de cambios libre.