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En transición

Escribo desde un lugar en el sur de España, sobre esta Europa que continúa en guerra, aunque por aquí la noticia no resuena mucho más que otras guerras más alejadas.
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Y es que “andamos” de elecciones por lo que las guerras que copan los titulares son otras: las intestinas en los partidos y entre los partidos, las guerras por las coaliciones posibles o imposibles y, en definitiva, las guerras por la conquista del voto que al fin y al cabo es lo que va a legitimar un puesto en un lugar de poder desde el que intermediarentre el pueblo y los intereses económicos, personales, comunitarios, estratégicos… En fin, todo un subidón, como decimos aquí, un “power trip”, en inglés. Decíme en argentino…

Lo macro es complejo, lejano, se me escapa. Lo micro es sofisticado, cercano y también se me escapa, pero lo tengo justo enfrente y lo puedo observar no solo con la mente, con la información que circula, sino con todos los sentidos. Por eso, para hablar de transiciones voy a hablar desde mi pueblo, el pueblo que habito y con el que habito.

El pueblo que, tras las elecciones a la alcaldía del pasado 28 de mayo se encuentra hoy a la espera de qué pactan sus elegidos pues los resultados no dieron mayoría absoluta (9 representantes) a ningún partido y, a diferencia de otros países donde se vota en una segunda vuelta, en España se estipulan tres semanas para negociar los posibles pactos y alianzas que otorguen el poder a unas u otros. Y este es nuestro caso con el PSOE que obtiene el mayor número de votos y 7 representantes; el PP que obtiene 6 representantes; VOX que entra por primera vez con 2 representantes; 1 representante para Ciudadanos (partido que se extingue en el resto de España y que aquí pierde un puesto); y Compromís con 1 representante como anteriormente.

Aburrido para quien no es de aquí. Impactante para los lugareños porque es la representante que solo ha adquirido un 7.7% de los votos emitidos (Ciudadanos) quien decidirá el gobierno. Ella, con su lema “Radicalmente libres”, toda una declaración que la distanciaba del PSOE, con quien gobierna en coalición (llegando a ser alcaldesa durante media legislatura, tras la cual, ha perdido votos), podría volver a pactar con PSOE (tildado de izquierda y progresista) o, por qué no si “somos tan libres”, con PP y VOX, que representan las fuerzas de derecha y derecha extrema.

Ella, aun habiendo descendido del 12.97% de los votos al 7.7%, es ahora la más bella… incluso repetir en la alcaldía podría, o, mejor, aspirar a un puesto que propulsara su carrera política en la provincia o región… todo sea por pisar alfombras y deslumbrarse con focos. Y todo sea por no cambiar lo fundamental. Porque mi pueblo no solo es pueblo, también es una ciudad con más de 40.00 viviendas que en verano sobrepasa los 100.000 habitantes (aunque a mitades del año 2.000 contara tan solo con 3.200 personas empadronadas). En mi pueblo los planes urbanísticos son de alto calado y grandes beneficios y para eso hay que saber vender bien el producto o, incluso mejor, que lo venda y lo compre el propio electorado que no defiende su medio ambiente ni su propio patrimonio, pero sí su sueldo y su puesto de trabajo desde el que pagar la hipoteca o el alquiler de una de las 40.000 viviendas, muchas de ellas construidas sobre un humedal.

Y a través de este pequeño espejo expongo, con ánimo de reflexión, un reflejo más de la situación que estamos transitando en España tras las elecciones locales y autonómicas de fines de mayo que generaron el descalabro del partido en el gobierno y propulsaron el adelanto de las elecciones generales.

Mientras tanto lo grave se acelera con la aprobación de muchos proyectos de macrogranjas solares que brotaron como setas en el interior de la provincia y que suponen todo un atentado contra los cultivos en producción y las formas de vida más rurales. Desde Madrid se impone el inexplicable Decreto del Ministerio para la Transición Ecológica y Energética con la aprobación de la propuesta menos ecológica, menos favorable para la vida en la que llaman la “España vaciada”, imaginable. Pero estamos en transición, una palabra que en nuestro país llegó acompañada, tras la muerte de Franco, de mensajes de paz, concordia, consenso y libertad. Ahora, como resume un vecino de un pueblo del interior: “Antes, con Franco, a los de los pueblos nos querían tontos para que no nos enteráramos de nada. Ahora quieren que vivamos en ciudades para no enterarnos de nada”.

Porque la vida está en la propia vida, en la naturaleza, el contacto humano. Y llevamos muchas décadas de construcciones aberrantes y de mal gusto que nos abocan a una vida entre ladrillos, individualista, hedonista, narcisista, frente a pantallas y dependientes de los combustibles, la energía eléctrica y la información que deciden otros. Y creo que esto pasa aquí, en España, en cualquier país de Europa y también en cualquier continente. Es la dirección por la que hemos ido transitando desde la esperanza de una mejora de las condiciones de vida a la desesperanza de la desigualdad y la dependencia a escala global. Porque el problema no es la dependencia, inevitable, humana, que implica la interacción e intercambio con el medio, el entorno, las relaciones de todo tipo. El problema es la escala a la que nos vemos sometidos en uno u otro sentido, en uno u otro país.

En mi pueblo, que ya no es un pueblo, en las últimas dos décadas el incremento de la población ha sobrepasado todos los cálculos. ¿Pero qué cálculos?, ¿es que alguien planificó algo que no fuera urbanizable? Así pues, de los 10.200 habitantes empadronados en enero del 2022 observamos que en marzo de 2023 el padrón asciende a 11.500 personas. Es decir, que el ciclo creciente se está incrementando en un porcentaje de más de un 10% anual. Y sigue porque la oleada de migrantes desde Venezuela, Colombia, Ucrania y Marruecos es continua. Pero no votan. Es más, no pueden ni conducir un coche legalmente porque la mayoría están sin regularizar, sin papeles, sin derechos. Por tanto, tampoco tienen derecho a ayudas, como propagan algunos. Pero siguen llegando, cada uno por un motivo, una razón, con unas expectativas. Y continúan la vida, y necesitan vivienda, trabajo, educación, sanidad, y diversión, comunidad, apoyos. Y eso, vivir. Ahorrar, quizás, para los de casa, para que vengan o para volver… ¡quién sabe!… la incógnita es brutal, humana, muy enriquecedora si entre todos generamos una atmósfera que compartir en igualdad. Y puestos de trabajo, por supuesto.

Otra tendencia que se dibuja en la localidad desde la declaración de pandemia en 2020 es la llegada de españoles que deciden, para su jubilación, mudarse a la que fue su segunda residencia, ahora convertida en primera, aunque ni se empadronen aquí, entrecruzándose los caminos de una Europa envejecida que reclama arena para unas playas que eran de guijarros y que necesita la ayuda de una población migrante que, a menos papeles que regulen su situación, más expuesta está a cualquier situación abusiva, discriminatoria o incluso, ilegal, legalmente. Otros salen de la ciudad en busca de unos precios competitivos para instalarse en alguno de los miles de apartamentos de esta ciudad improvisada entre urbanizaciones sin aceras, parques infantiles de cartón piedra y fibra de vidrio y colapso de tráfico y aparcamiento en cuanto empieza la temporada alta.

Me pregunto ¿qué es lo importante?, ¿qué nos queda más allá de lo vivido?, ¿del día a día, de la respiración necesaria? La paz. Amar y ser de ayuda, en cada paso, porque la paz es cada paso, aunque los estamentos feudales que nos gobiernan la vendan en forma de armamento y otras artes de destrucción y distracción masiva.

Hoy pretendía hablar también de otras transiciones como la tecnológica y la sexual, porque son muchas las transiciones…  de hecho, toda la vida es tránsito y en esta época se hace bien evidente. Pero tendré que dejarlo para otra ocasión. Hoy ya me extendí con holgura, escribo, mientras sonrío.

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Director

Eduardo Huaity González

Salvador® es una publicación de
Editorial ABC S.R.L.
Gral Güemes 1717
Salta, Argentina