Otra vez elecciones. Cada dos años nuestra Constitución Nacional da campanadas que nos recuerdan que es tiempo de elecciones. Felizmente para algunos, fastidiosamente para otros e incluso indiferentemente para unos pocos.
Lo cierto es que en la periodicidad de los mandatos reside el más maravilloso truco de la democracia: La esperanza. Cada dos años se renueva la esperanza. Václav Havel, el ex presidente de la Republica Checa, sostenía que “… La esperanza no es lo mismo que optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido independientemente de cómo resulte…”. En la misma dirección otro demócrata más cercano a los argentinos, el legendario Ricardo Balbín, afirmaba que “…en la mesa de la política el primer plato que ha de servirse debe ser el de la esperanza…”.
En la mitología griega Pandora fue la primera mujer hecha por el dios Hesfesto por orden del poderoso dios Zeus. La historia cuenta que Zeus, deseoso de vengarse de Prometeo por haber robado el fuego y dárselo a los humanos, presentó al hermano de este, Epimeteo, una mujer llamada Pandora, con quien este se casó. Como regalo de bodas, Pandora recibió una misteriosa caja con instrucciones de no abrirla bajo ningún concepto. Los dioses habían otorgado a Pandora una gran curiosidad, por lo que decidió abrir la caja para ver qué había dentro. Al abrirla, escaparon de su interior todos los males del mundo. Cuando atinó a cerrarla, solo quedaba en el fondo Elpis , el espíritu de la esperanza, el único bien que los dioses habían metido en ella.
Al fin de cuentas sólo nos queda la esperanza. Incluso cuando ya no nos queda nada. Parece que buena parte de eso males liberados por la irresponsable Pandora encontraron solaz en la Argentina. Al menos en un repaso ligero de nuestros indicadores macro económicos y sociales así lo señalan. Todos los motores de nuestra economía están detenidos o mal funcionando. El consumo, las inversiones y el comercio exterior no logran compensar siquiera el descomunal daño del aparato productivo del país. El desempeño fiscal del país y sus provincias es ruinoso. Las cifras de la pobreza y la indigencia, en especial de nuestros niños, es apabullante. El miedo acecha entre las personas decentes en tanto que los delincuentes se han adueñado de la escena. Argentina ha fracasado.
El mundo capitalista y democrático está construyendo un futuro cercano distinto y mejor. Ese mundo está muy próximo a obtener fuentes de energías renovables; limpias y baratas. Su ciencia está observando los confines originarios del universo y los últimos fundamentos de la materia. Ese mundo está muy cerca de producir en cantidades descomunales nutrientes sanos, limpios y de bajísimo impacto ambiental. Ese mundo exitoso que cuida sus niños está preparando la próxima generación de triunfadores. Argentina no forma parte de ese mundo.
Aquí, en esta parte sur del planeta seguimos con el chamanismo ideológico. Cada vez más pobres. Cada vez más marginales. Decadentes patéticos recordando viejas glorias patrias.
Voces idiotas que se ponen graves y fuertes para recitar el credo de una argentina que fue y ya no es. Ojos bobos que se humedecen con el pasado. Argentina se está cayendo del mundo.
Esta vez no hay paracaídas. Hay que saberlo. Sin embargo, la esperanza no escapó. Todavía podemos hacer algo. Por ejemplo, podríamos educar. O curar a los enfermos. Cuidar a los ancianos no estaría mal. Incluso podríamos dejar al comercio en paz. Asegurarles a los inversores orden jurídico y previsibilidad política. Podríamos intentar ser honrados. Tener una actitud decente ante la vida propia y ajena. (Ese sería un detalle maravilloso). Aportaría mucho tener compasión por el compatriota.
Y cultivar una mirada ecuánime que reste estupidez a las opiniones. Se puede, estoy seguro
que sí. Vamos a votar. Podríamos prepararnos respondiéndonos con claridad tres preguntas a nosotros mismos:
¿Por qué voy a votar?, Porque es mi obligación ante la Constitución de la Nación.
¿Por quién voy a votar?, Por los candidatos que convenzan honradamente.
¿Para qué voy a votar?, Para que no escape la esperanza.
Si no cumplimos con nuestra obligación seguramente no tendrá consecuencias. Si los
candidatos que votemos nos decepcionen no será nada nuevo. Pero si no ponemos esperanzas en las urnas, en nuestro voto, en nuestra democracia, si no ponemos esperanza en lo que hacemos y pensamos para el país esto está terminado. Los males ya salieron, están entre nosotros. Que no escape la esperanza.