La megatormenta solar registrada en mayo pasado, la más intensa en 20 años, afectó a más de 5 mil de estos aparatos que transitan la órbita baja. Cuáles sufrieron deficiencias y qué dicen los expertos sobre los fenómenos que se esperan este año y el próximo
Entre el 10 y el 12 de mayo último, tuvo lugar en la Tierra la mayor tormenta geomagnética en más de 20 años, que causó un fenómeno natural inusual visible como las auroras boreales en varios países del mundo. Esta extraordinaria situación también generó problemas en las telecomunicaciones y satélites que orbitan el planeta.
Según un estudio preliminar publicado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), esta intensa ráfaga de viento solar desencadenó inconvenientes en la mitad de los satélites activos que hay en órbita.
Los especialistas del MIT indicaron que la tormenta solar masiva deshabilitó temporalmente los sistemas de seguridad para prevenir colisiones en la órbita terrestre baja. En esta región, que se extiende hasta los 1.000 kilómetros de altura, se encuentran las estaciones espaciales y numerosos satélites de observación, navegación y telecomunicaciones, incluidos los más de 6.200 satélites de la red Starlink de SpaceX, propiedad de Elon Musk.
“Las tormentas geomagnéticas tienen el potencial de causar graves interrupciones y fallas en infraestructuras terrestres y espaciales críticas para la seguridad. Históricamente, las corrientes inducidas grandes e impredecibles a lo largo de las líneas de transmisión eléctrica terrestres han provocado cortes de energía generalizados”, explicaron los científicos del MIT.
Y agregaron: “Esas mismas corrientes inducidas también pueden causar fallos repentinos en la electrónica de los satélites en órbita. Ahora, la Tierra sufrió la mayor tormenta geomagnética en más de 20 años. Y desde la última gran tormenta en 2003, la población de satélites en órbita terrestre baja ha aumentado tras la comercialización de servicios espaciales y el establecimiento continuo de constelaciones LEO proliferantes”.
Los especialistas de esa casa de estudios indicaron que la rápida proliferación de satélites desde la última super tormenta solar en 2003, cuando había apenas 850 satélites activos comparados con los 10.000 actuales, ha cambiado significativamente el entorno espacial. Desde 2019, el lanzamiento masivo de estos artefactos ha alterado el cielo nocturno y ha interferido con importantes investigaciones astronómicas, como la detección de asteroides peligrosos.
El nuevo estudio, publicado en el Journal of Spacecraft and Rockets, destaca que las megaconstelaciones de satélites no están preparadas para tormentas geomagnéticas. El estudio detalla que la interacción del viento solar con la magnetosfera terrestre no solo genera auroras, sino que también calienta e infla las capas altas de la atmósfera, aumentando el rozamiento sobre los satélites. Esto provoca que pierdan altura rápidamente, hasta 200 metros al día durante la última tormenta.
Las tormentas geomagnéticas son más comunes cerca del máximo solar, el período de máxima actividad en el ciclo solar de aproximadamente 11 años. Las manchas solares, las erupciones solares y las eyecciones de masa coronal ocurren con mayor frecuencia durante el máximo solar.
“La radiación ultravioleta extrema (EUV) solar, el principal impulsor del calentamiento y la ionización en la atmósfera superior, también alcanza su punto máximo en este momento. Si bien existen precedentes de tormentas geomagnéticas en 1989 y 2003, la tormenta de mayo de 2024 es única porque es la primera que ocurre durante un nuevo paradigma en las operaciones satelitales en órbita terrestre baja. A medida que el ciclo solar continúa alcanzando su punto máximo durante 2024 y 2025, es probable que se produzcan interrupciones continuas en las operaciones”, indicaron los científicos.
William E. Parker, autor principal de la investigación, y su supervisor en el MIT, Richard Linares, observaron este fenómeno utilizando datos públicos de seguimiento de satélites de la Fuerza Espacial de EEUU. Ellos descubrieron que unos 5.000 satélites afectados por la tormenta comenzaron a ascender de manera autónoma, especialmente los de la constelación Starlink, que recuperaron su órbita normal por sí mismos.
Aunque esta capacidad de maniobra autónoma es una ventaja para SpaceX, los investigadores advierten que tantos movimientos imprevistos en poco tiempo invalidaron los pronósticos de encuentros cercanos entre satélites y otros objetos en órbita, aumentando el riesgo de colisiones. Tras la tormenta, fue necesario reiniciar los sistemas anticolisiones con las nuevas efemérides de los satélites.
David Galadí, investigador de la Universidad de Córdoba, en España, indicó que desde el lanzamiento de los satélites Starlink, la ESA ha duplicado las maniobras de evitación de colisiones, aunque estas siguen siendo poco probables.
Como conclusión, los expertos afirmaron que la tormenta representó un serio desafío para la infraestructura existente de evaluación de conjunciones, ya que produjo perturbaciones grandes e impredecibles en las trayectorias satelitales de baja órbita.
Y, si bien la tormenta representó un riesgo para el entorno de satélites de baja órbita a corto plazo, también ayudó a acelerar la eliminación de poblaciones de desechos de la órbita. Esta eliminación pasiva de desechos es fundamental para la sostenibilidad a largo plazo de las operaciones satelitales.
“De cara al futuro, es importante que reconozcamos los límites que impone el entorno a la actividad satelital. Los operadores y reguladores deberían considerar la solidez de la infraestructura de evaluación de conjunciones ante eventos de este tipo al momento de decidir en qué medida confiar en ella”, finalizaron.