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¿Salta, destino de inversión extranjera directa?

Argentina, en general, es conocida en el mundo por sus carnes (a pesar de hacer permanentemente las cosas mal en materia de comercio exterior); por el parecido de su capital con la Ciudad Luz, por sus eximios deportistas en varias disciplinas y más recientemente por el Malbec, nuestra cepa nacional insignia. Salta, sin embargo, per se, no es una provincia y ciudad todavía muy conocida mundialmente.
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A raíz de las políticas de impulso al turismo de los años ´90, ha logrado posicionarse como destino turístico atractivo, destacándose sus expresiones culturales, sobre todo la música; su tradición gaucha; su cocina; el MAAC (que alberga las momias incaicas mejor conservadas), y más recientemente por la calidad de sus vinos denominados de altura.

La idiosincrasia salteña se vincula a expresiones culturales como el folklore, que necesariamente llevan a pensar en la guitarra, los fogones, asados y juntadas de amigos. A pesar de tratarse de una sociedad tradicionalista, que trata de preservar la memoria histórica, sus costumbres y legados heredados de sus mayores (en esto se parece bastante a las provincias de Corrientes y Jujuy), el salteño es hospitalario, generoso, que disfruta invitando a su mesa a propios y extraños, sobre todo amigos de amigos, o parientes de amigos. El salteño es también orgulloso de su tradición ecuestre, y celoso defensor de la memoria de “su héroe” nacional, socio estratégico de San Martín en la gesta emancipadora continental.

Para hablar de Salta como destino de inversiones, se debe distinguir el rubro del que se trate: en los servicios de la hospitalidad, la industria vitícola y actividades primaria (agricultura, ganadería, agro-industria) nuestra provincia atrae por sus condiciones climáticas, suelos, paisajes y potencial productivo. Sin embargo, todavía hay grandes oportunidades que, por falencias de logística, ausencia de incentivos o simplemente falta de tradición específica, no se han desarrollado como podrían haberlo hecho; como el caso de las maderas finas y duras (tanto procedentes de extracción selectiva sostenible certificadas internacionalmente, como de re-forestación, tanto de especies nativas como exóticas); las frutas tropicales; las flores; especialidades alimenticias; lácteos, confituras; y productos y subproductos cárnicos más allá de los bovinos.

En materia de recursos naturales no renovables, lamentablemente, el potencial productivo provincial se ve afectado en gran medida por las malas y erráticas políticas nacionales, que perjudican a los estados provinciales, propietarios de esas riquezas.

La industria hidrocarburífera hoy languidece; y tanto la producción como la llamada “reposición de reservas” (el descubrimientos e incorporación de nuevos campos que puedan ir entrando en producción conforme se van agotando los que hoy se encuentran activos) están “amesetados” y declinando. A tal punto que seguimos importando hidrocarburos de origen boliviano en lugar de incentivar la producción de nuestra cuenca, y en vez de seguir enviando gas natural y líquidos al sur del país, empezaremos a consumir hidrocarburos provenientes de la Cuenca Neuquina, sobre todo de Vaca Muerta (sobre todo del tipo “no convencional”).

La minería es un capítulo aparte: en materia de litio, Salta ya se ha posicionado como la líder en producción y procesamiento (agregado de valor en origen) con extracción y procesamiento en Los Andes y plantas industriales también en otros departamentos.

El año pasado ha entrado en producción una mina de oro de envergadura (Lindero) en nuestra puna; y en pocos meses de producción ya es la segunda exportadora de la provincia, lo que demuestra la importancia de esta industria. El inicio de producción de otras minas de clase mundial, comparable a los grandes yacimientos transandinos es probable a corto-mediano plazo (aunque algunas decisiones de ese tipo dependen –de nuevo!- de condiciones económicas para hacerlas factibles).

El reporte anual del think-tank canadiense Fraser Institute (encuesta realizada entre principales funcionarios de empresas mineras en 77 jurisdicciones mineras, que analiza una serie de variables que componen el llamado índice de percepción de política minera, PPI por sus siglas en inglés), había arrojado resultados destacados para Salta en 2020 y 2021. Sin embargo, hubo algunos retrocesos en 2022, lo que demanda “no dormirse en los laureles”. Salta no está entre los 10 primeros puestos, aunque tampoco entre los últimos. En el índice de atracción de inversiones San Juan, Santa Cruz y Jujuy están mejor posicionados (¡hay que seguir haciendo esfuerzos!).

El potencial minero-geológico de una región es importante, pero quienes responden este sondeo de opinión, coinciden en expresar que alrededor del 40% de las decisiones de inversión, están determinadas por factores de política económica. El atractivo de una jurisdicción está compuesto por elementos como la regulación minera, los niveles de presión impositiva, la disponibilidad y capacitación de la mano de obra y la calidad de la infraestructura, entre otros.

La minería muestra interesantes prospectivas, ya que lejos de disminuir la demanda de minerales, la transición energética, de combustibles fósiles a fuentes alternativas o “limpias” y transporte sustentable, requerirán cantidades crecientes de los llamados minerales críticos estratégicos o de transición (e.g. litio, níquel, zinc, cobre, manganeso, molibdeno, estaño, tierras raras, entre otros).

A los inversores hay que ofrecerles estabilidad por lo menos en materia de política macroeconómica; asegurarles el llamado “estado de derecho” (i.e. imperio de la ley y respeto de los derechos y garantías; independencia del poder judicial, transparencia, etc.), y algunos otros elementos para atraerlas, seducirlas y seguir posicionando a nuestra provincia como destino de esas inversiones.

No es suficiente que nos ayude la naturaleza y la calidad de los recursos. 
Es de destacar el efecto multiplicador de la industria minera, que ha impulsado actividades e inversiones complementarias a la actividad: capacitación, servicios de las más variadas gamas: transporte de bienes y personas, logística, construcción, catering, grúas, maquinaria pesada, head-hunting, capacitación en idiomas, materiales, almacenamiento, etc.

Sin llegar a convertirse en el fenómeno de la Dutch Disease*, la economía salteña se ha visto afectada (positiva y negativamente a la vez) por el auge de la minería en tiempos recientes, con incrementos en la demanda de mano de obra especializada, puja entre empresas por ese recurso humano, aumentos en los valores de alquileres, dolarización de hecho de la economía, desembarco de empresas de servicios y proveedores de bienes vinculados a la actividad.

A la larga, creo que balance de ese impacto es positivo, posicionando a nuestra región como destino de inversiones; obligado mejoramiento en la infraestructura; elevación en la calidad de servicios; e internacionalización de las relaciones. Ojalá que esas mejoras y desarrollo sean sostenibles no sólo desde el punto de vista económico (con sabia re-inversión de los ingresos a las arcas del estado provincial), sino también social y ambientalmente.

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* Se conoce como la “Enfermedad Holandesa” al fenómeno macroeconómico por el cual una economía se expone a fuertes choques de apreciación cambiaria, desindustrialización de la economía y dependencia productiva de sectores transables en auge como lo es el sector minero-energético, todo esto por la vía del ingreso de moneda extranjera. Su denominación se debe al “síndrome” que se originó a finales de los 60, cuando los Países Bajos experimentaron un aumento de sus ganancias, producto del descubrimiento de un gran yacimiento de gas natural cerca del Mar del Norte.

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Director

Eduardo Huaity González

Salvador® es una publicación de
Editorial ABC S.R.L.
Gral Güemes 1717
Salta, Argentina