Revista

¿Propiedad o Acceso?

Facebook
Twitter
WhatsApp
Telegram
Una de las promesas de la Edad Industrial era la posibilidad de poseer bienes que antes podían ser inalcanzables, gracias a la masificación de la producción, con sus consecuentes reducciones de costos, y a las diferentes conquistas sociales que permitieron salarios reales más altos.

 

Por Luigi Keynes

Se podía ver como la aspiración de los jóvenes luego de conseguir su primer empleo era adquirir un vehículo, que iría mejorando en modelo y prestaciones progresivamente, y en cuanto pudiera, una propiedad inmobiliaria.

Este esquema puede sonar lógico para muchos, pero en la actual Era Post-Capitalista ha entrado en crisis en muchos sectores de la sociedad, en especial entre los más jóvenes. Las razones de esto son muchas, nombraremos algunas al pasar, pero requieren un análisis mucho más profundo que el que efectuaremos aquí.

La mayor flexibilización laboral ha generado menos estabilidad en los ingresos, no sólo pormenos regulaciones laborales sino también por la aparición de nuevas modalidades de trabajo, como el freelance.

La mayor parte de la población vive en grandes ciudades en donde los costos, tantos económicos como no económicos, de las propiedades y los vehículos son muy altos, y en donde además suele haber sistemas de transporte público bien aceitados. Por otro lado hay una tendencia decreciente en el número y tamaños de las familias.

Y sin hacer más larga la lista hay que hacer hincapié en algo que no es menor: los sub-35 tienden a valorar más las experiencias que los bienes, y de hecho estos últimos pueden llegar a ser un estorbo en la búsqueda de las primeras. Un ejemplo habitual es la preferencia por viajar, en donde la posesión de muchos bienes puede implicar una gran atadura.

Sin más, podemos decir que por diferentes factores económicos, sociales y demográficos, hay una tendencia a preferir el acceso al servicio de un bien que a la propiedad del mismo, esta idea fue explorada por primera vez en 2010 por Rachel Botsman y Roo Rogers, en el libro What’s Mine Is Yours: The Rise of Collaborative Consumption. La economía digital ha dado una respuesta a esta tendencia: el consumo colaborativo.

Seguro el lector está familiarizado, o al menos escuchó nombrar, a aplicaciones como Uber o AirBnB.

La primera proporciona vehículos conectando a los pasajeros con los conductores registrados, los cuales ofrecen sus servicios de transporte. Por su parte, AirBnB ofrece alojamiento a particulares en donde los anfitriones y huéspedes pueden publicitar y contratar el alquiler de propiedades, generalmente para fines turísticos.

En ambos casos existe un sistema de puntuación en donde pasajeros, conductores, huéspedes y anfitriones se califican mutuamente generando una reputación pública en la plataforma que sirve de orientación para otros usuarios.

Además las plataformas se quedan con una comisión por facilitar las operaciones, pero en ningún caso prestan el servicio en forma directa, sino que lo hacen particulares. ¿Para qué quiero tener un auto en una gran ciudad con los costos que este implica si puedo acceder en pocos minutos, a cualquier hora y un precio muy conveniente a un vehículo en excelentes condiciones?

Yendo a otro nivel, ¿Para qué quiero tener una casa de campo si puedo acceder a un coqueto departamento en Atenas o una casa en Carlos Paz o en Cabra Corral?

Alguien podrá decir: siempre se pudo alquilar. Es cierto, pero hacerlo en forma directa entre particulares era riesgoso e inconveniente y casi siempre implicaba la participación de algún intermediario, además no existía tanta flexibilidad como la ofrecida actualmente.

También está la cuestión de las “experiencias” y las relaciones humanas. Uno puede alojarse en un excelente hotel con un gran servicio, pero por ejemplo, gracias a AirBnB quizás puedan compartirse charlas y comidas con el anfitrión u otros huéspedes.

Hay muchos clones de Uber y AirBnb, pero también hay aplicaciones que cubren otras actividades económicas: Glovo y Rappi lo hacen con los servicios de delivery, PaseaPerros.com con el cuidado de mascotas, SpeedLancer con el trabajo freelancer, Afluenta con el ahorro y los préstamos personales. Podemos hacer una lista interminable.

La característica distintiva del consumo colaborativo es que se hace entre pares, en forma directa y usando una plataforma digital.

Este esquema ofrece una serie de ventajas, por ejemplo: nuevos espacios de emprendimiento, mejor aprovechamiento colectivo de los bienes con beneficios económicos e incluso ecológicos, mayor accesibilidad bienes y servicios y fortalecimiento del tejido social local gracias a relaciones económicas directas.

Pero también supone una serie de inconvenientes, entre los cuales podemos nombrar los siguientes. La ausencia o insuficiencia de regulaciones para el sector genera en muchos casos precarización laboral de los prestadores de servicios, desprotección de los consumidores, competencia desleal frente participantes ya establecidos en el mercado y la posible conformación de monopolios o manejo arbitrario de los datos por parte de los propietarios de las plataformas digitales.

Hay quienes la defienden a ultranza y ven como una panacea a estos esquemas económicos.

Por otro lado, hay quienes los ven como un mal que viene a destruir la calidad de vida de las personas. Los extremos suelen ser malos. Estas plataformas responden a necesidades palpables emergentes de una nueva realidad económica, social y demográfica. Por otro lado es necesario regularlas y adecuarlas a condiciones que no impliquen abusos, omisiones o prácticas desleales. Pero específicamente hablando de las regulaciones, quizás además de someter a la economía colaborativa a estas, también sea necesario eliminar las que son innecesarias o excesivas en la economía en general. Por ejemplo, ¿el problema es Uber o que los servicios de transporte público tienen demasiados intermediarios y regulaciones?

La economía colaborativa implica la aparición de nuevas posibilidades de consumo, trabajo y emprendimiento, pero también desafían a la sociedad a aprovecharlas de una forma inteligente para aumentar el bienestar general.

 

Compartir:

Facebook
Twitter
WhatsApp
Telegram

Revista

Director

Eduardo Huaity González

Salvador® es una publicación de
Editorial ABC S.R.L.
Gral Güemes 1717
Salta, Argentina