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“No hay nada dicho, se juega, no lo demos por perdido, juguemos”

Es uno de los referentes del rugby salteño. A los 18 años sufrió un accidente durante un partido que lo dejo parapléjico. Su historia personal y su prédica constante sobre los valores del rugby lo convirtieron en un ejemplo para muchos jugadores de los últimos años.
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Era rápido, habilidoso, con mucha facilidad “para el cambio de paso”, callado y muy bueno y se lo hacía saber a los rivales, pero no a nosotros, los que éramos un poco más chico. Orlando  Domínguez, “Petaco” es un ex jugador del Club Universitario de Salta, ingeniero químico y papá de Lujan de 12 años. Desde los 18 años que está en una silla de ruedas por un accidente dentro de una cancha, hoy más cerca de los 60, sigue ligado al mundo del rugby y es un miembro activo de la Fundación de Unión Argentina de Rubgy, que dirige Ricardo “El gato” Handley y que tiene por objetivo brindar todo tipo de asistencia a los jugadores que sufrieron lesiones graves durante un juego.

Petaco, ¿Cuál es tu nombre?

Orlando José Domínguez.

¿Por qué Petaco?

No tengo idea. Yo creo que fue, no sé si Perico Carbajal o Chunchuna, que un día Petaco y ya quedó así.

¿Quedó como marca registrada no?

Sí. Por petiso. No había otra.

¿Siempre estuviste jugando al rugby en Universitario Rugby Club?

Siempre en la U, sí.

Empezaste ahí…

Sí. Casi a los 13 o 14, por casualidad, porque fui a buscarlo a mi primo y llegué, no sabía dónde era, y estaba jugando él. Mi primo era de esos que dicen “bueno, la semana que viene hago judo”. Se compra el tatami, se compra kimono; se compra todo. A la otra semana ya empieza otro deporte. Entonces heredé todas las cosas de él.  Por eso empecé a jugar.

Ese día estaban entrenando y no me acuerdo si era Baqueano Escudero y me dice “venite el sábado”. Y ese sábado fue mi primer partido sin haber entrenado ni nada, y como corría rápido ya quedé. Me pusieron ahí de wing, creo que salvé que haga un try Gaucho y desde ahí ya me pusieron a entrenar los días que correspondían y a jugar. Así que empecé como wing, pero…

Pero fuiste fullback…

Si claro. Ese fue ya mi segundo puesto, y ahí es donde yo aprendí bastante. Me acuerdo que aprendí a taclear, en un partido con Gimnasia en el Salta Polo.

Una cancha horrible…

Sí. Éramos primer año de 4ta, nos metieron 99 a 0. Entraban por todos lados, que se yo… me cansé de taclear de todos los estilos, pero aprendí. Ya el segundo año le disputamos el campeonato, pero ese primer año fue tremendo. Nos ganaron…

Tu generación y la inmediatamente anterior fueron las que terminaron por forjar el club…

Sí. Bueno, la primera era por supuesto, ya estaba Fasulo Sola. Había una cuarta en donde había unos también muy importantes, donde ya jugaba toda la camada de Virgilio Nuñez.

Jugaste en primera también…

Sí. Y más bien jugué mucho en la reserva. Y en primera, ya al último, donde ya ahí es donde me accidento.

En la cancha de la U…

No. En la cancha de Gimnasia. Pero vos sabes que yo estaba en la cancha de la U. Es una negación total, porque ese día yo hice un montón de cosas para no ir a jugar. Pero de todas las maneras fui. Y no encuentro en la cancha de U a nadie, ya había empezado el partido y no había nadie. Y vino un vaguito que jugaba en Cámara de Tabaco, petiso, morrudito y cabezón que no me acuerdo como se llamaba. Era el único que andaba en auto y me dice “che, te llevo”, “bueno, vamos”. Y fuimos.

Llegué tarde, ya estaban jugando y creo que me ve Chunchuna y me dice “cámbiate, calentá y entrá”. Entré y estaba el “Hormiga” Cávolo jugando, hicimos una especie de line primero, de line pasó al maul y recuerdo salir así por el ciego, a los metros estaba el Oso Aramayo esperándome.

Y no sé. Eso que uno tiene. Estaba tan entrenado y la confianza que eso da. En otro momento yo hubiera pateado la pelota y hubiera ido a buscarla. En ese momento y con el entrenamiento encima  y la locura del forward, dije “voy a chocarlo” y lo que hago es hombrearlo y ponerme de espalda. Y él me levante y no sé si con su peso, nos caemos. Yo al caer, caí sentado y el hizo como bisagra. Y después ahí no sé bien que pasó. Si armó una montonera o un ruck, yo ya no me acuerdo más. Lo que acuerdo es yendo con el Ganso Pinta al hospital.

Ahí paran la jugada, paran todo y vos quedas abajo…

Yo me acuerdo que me despierto, porque se me apagó: intento incorporarme y quedó en intento nada más me parece, porque ya no podía. Y ahí parece que encuentran una tabla y me llevan en la camioneta del “Loco” Jerez, que tenía una de doble cabina y me llevan atrás, en la caja.

Me acuerdo que me despertaba, me desmayaba. Y la última vez que me despierto ya en el San Bernardo, y ahí ya estaba súper preocupado, más que nada por mi familia, por mi tía, porque vivía con ella. Y digo “¿Cómo mierda hacemos?”. No me acuerdo quien me preguntó para avisarle y le dije de memoria el teléfono de mi otra tía. Y lo que me preocupaba era toda la situación que le estaba generando a mis tías que me estaban ayudando a estudiar, y le estaba imponiendo una carga tremenda. Es decir, que hacer conmigo ahora, a donde me llevaban. Qué se yo…

Pero vos hasta ese momento no sabías nada, es decir, no sabías el grado de tu lesión…

No. Pero si, me parecía que al tratar de incorporarme y no podía, yo ya pensaba que algo muy malo había pasado. En la operación lo único que hacen es sacarme todas las astillitas, que tenía y un moretón en la espalda, se habían estallado dos vértebras, y lo único que me hacen acá es sacarme las astillas, entonces quedó libre, sin vertebra. Y una quemadura de algo eléctrico que me había  puesto en la operación, y como estaba drogui no sentí nada. De ahí, desde el primer momento que me desperté ya no sentí nada. Nadie me dijo nada tampoco en los 20 días que estuve en el hospital.

Y en el hospital me pasé 20 días y de ahí me derivaron a Buenos Aires, el Instituto Nacional de Rehabilitación, donde ahí si me hacen un tratamiento. Estamos hablando del año 83, octubre o noviembre antes de Alfonsín, un quilombo en los hospitales. En esa época había muchos paros…

Antes de las elecciones fue…

Sí. Había tal quilombo que demoro desde agosto que me accidento, hasta diciembre, que me operan, se prorrogaba porque había paro de enfermeras, de instrumentistas, de enfermeras, de esto y lo otro. Y en diciembre me logran poner unas barras al costado de la columna y sacarme de la cadera dos huesitos que los colocan como injertos. Y del huesito ese me acuerdo todos los días. Me sigue doliendo.

A la semana siguiente ya estuve sentado, porque hasta ese momento no me podía ni sentar. Era en cama, dado vuelta, que esto que lo otro. Aunque de todas maneras igual salía, había un rengo que me hacía salir y dar vueltas por el parque. Pero pude empezar a hacer la rehabilitación, que la hice en 6 meses también, en Buenos Aires, y con todas las complicaciones que es decir el estar ahí y prácticamente solo.

¿Qué edad tenías cuando te accidentaste?

Y tenía 18 y a la semana pasé a los 19. Yo estaba en el primer año de la Universidad y me había salvado de la colimba ese año. Yo lo que digo es que si no hubiera accidentado acá, me hubiera quedado en Las Malvinas. Ese es mi pensamiento optimista.

¿Cómo tomaste la situación después? Porque no es fácil acomodarse a esa situación a esa edad.

Vos sabes que yo sufría muchísimo de dolor de cabeza. Que yo ahora a la distancia, lo traslado a decir que era estrés, situaciones de estrés. Yo 3 o 4 días a la semana tenía dolores de cabeza.

Y en Buenos Aires estaba roto, respirando y no tenía ningún dolor de cabeza y digo “¡que hermosa es la vida!”. Y entonces desde ahí no me quedó otra que recuperarme para salir de todo eso. No tenía otra opción. Es decir, “me quedo con una pensión, acostado y reclamando toda la vida o me pongo a laburar y disfrutar de la vida”. Esa fue mi primera opción: recuperarme para seguir estudiando, para con el estudio poder tener una profesión y con la profesión poder hacer mi vida.

A los 18 años, con semejante accidente, tomar esa decisión, es una proeza en sí…

Pero bueno, yo ya venía de una familia rota, de separaciones. Por eso mi abuela se hace cargo de todo en Colonia Santa Rosa. A los 14 o 15 años mi viejo se muere. Falleció a sus 36 años. Cuando mis tías me traen a Salta y me decían “yo lo único que puedo darte es el estudio”. Era como que me estaban regalando algo para que yo pueda subsistir. Entonces desde el primer momento yo sentía como que estaba viviendo de prestado. 

¿Ya estabas inscripto en la Universidad?

Sí. Yo había ido a la colimba. Me salvé, porque en la Técnica pedí un año más y después de haber pedido para cursar ese año se largó la guerra.

Y cuando trato de entrar, al año siguiente me llaman de la Compañía de Ingeniero 5 y andaba perfecto. El teniente estaba chocho conmigo, porque tenía mucho estado físico y hacia todo lo que él decía. Un día se me ocurre de puro vago nomas ir a hacer un control, yo decía que me sentía mal. Entonces hago un chamuyo y me fui  casi arrastrando los pies hasta el Hospital Militar, llegué estaba súper agitado, porque fui corriendo, me toman el pulso y estaba a mil, el medico se cagó de miedo y me dice “el lunes venite”. El lunes hago lo mismo, me toman el ritmo cardiaco y estaba muy arriba de nuevo y me dicen “no, vos no podes así”. Y me dieron la baja ahí nomás y volví chocho a la Universidad. Hasta que un día en entrenamiento me lo cruzo al teniente. Veníamos del Huaico corriendo y veía un Peugeot negro todo polarizado y empieza a disminuir y baja la ventanilla y me mira…

¿En qué carrera te inscribiste y de que te recibiste?

En Ingeniería Química. Yo ya tenía un título de Técnico Químico de la Técnica 6 de Ciudad del Milagro, no me quedaba otra que seguir con Química. Yo me había inscripto en Química, aunque muchos me decían que  me busque algo más fácil como abogacía, computación, que se yo. De testarudo me seguí metiendo en ingeniería química, creo que podría haber hecho mejor carrera, pero me fui bastante bien.

¿Te recibiste y empezaste a trabajar?

No fue tan fácil. Yo tenía amigos que se recibieron y al otro día ya encontraron laburo. Yo después de recurrir a varias socios del club o pedir que me pongan no sé, en el Gobierno y decir, “no, esto no va así”, recorrí las empresas grandes, Refinor TermoAndes, Central Térmica Güemes. En Refinor casi me tomaron, porque tenía todo el perfil que ellos buscaban. Había investigado, hechos becas de investigación, e inclusive un proyecto que ellos justamente estaban necesitando que era un recorte de gasolina para hacer más nafta. El Gerente General me quería, pero había varios otros de otros sectores que veían que la discapacidad podía ser complicada dentro de una planta. Se les ocurría que podía haber algún accidente y eso que yo le demostré que no tenía problemas en trasladarme, en ese entonces tenía mucho estado físico y me subía a las camionetas, a los autos rápidamente.

Nunca dejaste el mundo del rugby pese a esto. Siempre estuviste ligado al club…

Al principio no tanto. Cuando yo vuelvo, Perico lo mandaba al Toro Zangari, para que me lleve a la cancha, en realidad siempre mandaba a alguien a buscarme y yo no la pasaba bien, en el sentido que me quedaba al costadito ahí y la verdad es que yo me divertía jugando, no me divertía viendo. Y después en esos primeros tiempos también pasó que muchas de las madres de mis amigos y de chicos más chicos me decían que iban a sacarlo porque veían que era peligroso para sus hijos, entonces dije “no, mi imagen dentro del club no es muy buena”. Entonces ahí deje mucho tiempo.

Hasta que volví y comprendí que podía ser útil y fue gracias a estar en la Fundación de la Unión Argentina, ahí los muchachos, la mayoría ya estaban insertos, habían vuelto y siempre me preguntaban a mí. Y yo vuelvo porque el Aguja Ramirez  me insistía que quería hacer un evento con la M14 que se llamara “Petaco Domínguez” y yo le decía “no, espera que me muera y recién te pones a hacer esas cosas”.

Después de un tiempo le dije “tenes razón”, puede ser importante y fue una buena experiencia. Con la mayoría de los chicos de M14 hablábamos sobre el tema, de que fue un accidente; que es solamente un juego y que no hay que perderse de esa visión de que es juego y que uno lo hace para divertirse.

¿Cómo se llama la Fundación en la que estas y cuando empezaste ahí?

Primero se llamó Rugby Amistad que fue fundada por Nacho Rizzi, también parapléjico  y hace 5 años, más o menos, se instaló la nueva Fundación pero dentro de la Unión Argentina, pero se llama Fundación de la Unión Argentina de Rugby (FUAR).  A partir de ahí, los muchachos que se accidentan ahora tienen mejores beneficios. Es decir, tienen un dinero único, que es algo de $2 millones, (hubiera estado lindo en su momento) que te ayuda para hacer una rampita, para hacer un baño, romper una puerta y agrandarla; todo lo que uno necesita en sillas de ruedas. Después reciben ahora una ayuda mensual, aparte de estar conectados…

Ayuda médica, sobre todo…

Sí, sí. Conocimientos digamos de cosas nuevas, estamos informados todos los días chateando y sabemos la situación de cada uno. Si alguno está enfermo le damos algo, o si alguno necesitaría  alguna cuestión económica que se yo, para el auto. Yo siempre llegué tarde. Pero algo así como una adaptación para el auto, te ayuda.

Pero es importante porque ahora el tipo se accidenta ya, y Nacho te está llamando a la familia y diciendo “tranquilos, esto va a ser así. Veamos las clínicas, veamos opciones”. Cosa que en mi momento no sabía a donde ir o que hacer.

¿Nacho Rizzi es de Buenos Aires?

Si, si. Él está como CEO de la Fundación. Otro chico que también está en la parte de juego. Son dos chicos discapacitados que están trabajando dentro de la Unión Argentina. Uno como CEO de la Fundación y el otro en la parte de juego.

¿Esta Fundación funciona para todo el país? ¿Para todas las uniones de rugby del país?

Si, para todos.

¿Cuántos miembros tienen más o menos?

Accidentados somos 31 de todo el país.

¿Antes del 2015 no existía ya Rugby Amistad?

Sí. Pero era un esfuerzo solamente de Nacho, donde la Unión Argentina le pasaba dinero, pero digamos bajo la mesa, y no era mucho, “changos ahora hay y mañana no sabemos si hay” y así ayudaba. Después siempre hay alguna camiseta, algún regalo que se puede rematar para juntar dinero.

En el año 2003 me parece, nos vamos a un curso de Vida Independiente, que se llamaba, que justamente era para moverte solo. Yo me creía el chico banana que dominaba la silla de ruedas y cuando llego me doy con que mi silla era un tractor. Las sillas que habían eran súper modernas, nada que ver; súper livianitas, los chicos hacían maravillas con ellas. Y aparte ahí veías el tema de salud,  de los riñones, de la parte sexual…

Psicológica, todo…

Todo. De la parte de cobertura de obras sociales. Entonces ahí decís “che, hay otro mundo” y hasta que llega la información a Salta para demasiado tiempo. 

De tal manera que ahora hay chicos que tienen gracias a la fundación unos lentes que manejan el mouse por ejemplo, y con eso, hicos que son cuadripléjicos, que no pueden mover nada, pueden estudiar y más ahora que es todo virtual. 

A nosotros nos ayudó mucho eso, la virtualidad. Ellos, incluso antes, mandábamos correo electrónico y los chicos lo leían, pero no se comunicaban. Ahora hay algunos que han logrado tener su carrera, de marketing, otros abogados. Y eso es lo bueno que veo en el grupo este: el vago de rugby tiene otra mentalidad.

Tiene otra mentalidad de superación profesional…

Sí. La mayoría está laburando, está haciendo algo. Y el que no es profesional, tiene un negocio y lo maneja. No vive de su silla.

Eso es algo que tiene el rugby en general…

Sí. El Presidente de la Fundación es Ricardo “Gato” Handley, y siempre dice que con la Fundación nos brinda una mano ahora, y nos va a soltar en el último minuto de nuestras vidas, va a estar para siempre. Y eso únicamente lo puede hacer el rugby, en otra cosa no lo veo. Por el mismo espíritu.

Esto es fruto de la misma cultura de clubes y compañerismo que existe…

Sí. El Gato lo que dice es que hay muchos compañeros que se han quedado cuadripléjicos y que tienen 65 años y los cuidan los padres todavía. Entonces el momento de desaparecer los padres, ¿Qué va a ser de la vida de este jugador de rugby? Por eso el Gato quiere hacer un hogar donde sean atendidos los últimos días de ese jugador. Hasta ahí es su idea

Hasta donde llega el plan…

Claro. Es importante desde ese punto de vista. Uno que tiene familia y está contenido, no hay problema. Pero hay muchos que les ha pasado desde muy chiquitos y no se han podido casar y ese es el tema.

¿Te sigue gustando el rugby?

Sí. Mi tía se horrorizaba porque yo siempre decía que si pasaba algo, venia alguna cura milagrosa, y al otro día yo ya estaba parado, a la semana estaba entrenando para jugar. Cosa que no me pasó, yo era hábil en otros deportes, incluso deje de jugar al futbol para quedarme con el rugby. Ahora no sé…

Ya es otro deporte, te aclaro, no es el que vos y yo jugábamos…

Claro. Eran otras épocas. Yo siempre consideré que vos te divertís teniendo mucho entrenamiento, es la única forma, si no la sufrís.

En el rugby te dicen que hay que tener un buen estado físico pero una mejor cabeza. Ante esta circunstancia ¿Te sirvió eso?

Sí. En principio para seguir estudiando. Tanto que yo estudie y estudié, no hacía otra cosa que estudiar y decía que después de recibirme era trabajar para armarme y recién pensar en una familia. Así que fui dando pasos, estructurando, haciendo un lineamiento de lo que quería hacer y lo  trataba de hacer, si no podía hacerlo en un tiempo, reformulaba el plan y le ponía más tiempo o lo hacía hasta un punto anterior, pero el tema era avanzar.

Tanto así, que fíjate vos que yo casi no fui a los primeros grados, era un vago, me piraba de todo, no hacía casi nada. Y de pronto decir, “che, el único musculo que me queda es la cabeza”, olvídate de hacer deportes. Entonces tuve que hacer Ingeniería Química y después saque otro título que es Especialista en Evaluación y Formulación de Proyectos y el último fue el doctorado.

Eso me dio el rugby porque el entrenamiento lo que me hacía era  cuando salía a correr, llego hasta aquel árbol, y cuando llegas decís “bueno, ahora hasta el otro árbol”. Entonces las metas no eran largas, eran cortitas y logrables. Pero bueno, eso y la perseverancia de continuar hasta el último minuto no hemos perdido todavía, hay que seguir peleando.

Hasta que toque el árbitro…

Si, Todavía no hay nada dicho, se juega, no lo demos por perdido, juguemos.

Hablado de mis títulos, lo que siempre digo, es que el mejor de mis títulos es ser el padre de Lujan. Ahora tiene 12 años. Es lo que yo creo que es la misión que vine a hacer y es lo que a mí me llena. Después viene el rugby, el laburo y todo lo otro.

¿Seguís yendo al club de forma seguida?

Sí. Desde que estoy en los Viejos Verdes, que estamos haciendo el quincho del jugador y por eso también me convocaron para la dirigencia del club, donde estoy como prosecretario. Colaborando y haciendo todo lo que se necesita. Hemos revertido un poco la imagen de los viejos verdes, porque no era muy…

No era muy prolija la imagen…

Exactamente, ahora es totalmente diferente. Los viejos van a colaborar con sacar piedritas, con plantas kikuyo, con armar las tribunas y muchas cosas sociales. En el mismo grupo tratamos de  la sociabilización dentro del grupo, si alguno le falta algo colaborar, desde el punto de vista de anímico hasta algo de guita. Así que estamos produciendo.

Y yo hago uso de mi imagen por así decirlo, entonces pongo un poco de respeto “bueno, changos, paremos la mano, hagamos esto ¿Qué tal si nos organizamos?”. Entonces bueno, mucha joda, pero en algún momento decís de parar la pelota y aprovechar un poco de la credibilidad que uno tiene para hacer cosas.

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Director

Eduardo Huaity González

Salvador® es una publicación de
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Salta, Argentina