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Los silencios en la historia

Norma Morandini acaba de publicar "Silencios", un ensayo en el que analiza los últimos 50 años de historia argentina, pero también es un viaje a sus sentimientos tras la desaparición de sus hermanos Néstor y Cristina, secuestrados por la dictadura, torturados en la ESMA y asesinados en los “Vuelos de la Muerte” organizados por la Armada, durante la década de los 70.
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Norma Elena Morandini, es periodista y se desempeñó como diputada nacional de 2005 a 2009 y como senadora nacional por Córdoba, entre 2009 y 2015. Desde que concluyó su mandato como senadora dirige el Observatorio de Derechos Humanos del Senado argentino.

En 1976 emigró a España, donde se desempeñó como periodista. Regresó a su país y cubrió el Juicio a las Juntas para el diario O Globo de Brasil y como una de las diez primeras corresponsales en el extranjero de la revista española Cambio 16.

A lo largo de 30 se desempeñó como periodista y columnista de diversos medios, tanto de Europa, Brasil y Argentina. También es autora de los libros, ¿Algún cordobés?, La gran pantalla, El harén: árabes, poder y política en Argentina y Catamarca. Es coautora de: Los treinta años del golpe. y La política en consignas.

“¿Por qué se le teme a la verdad?”, se pregunta y su respuesta es lapidaria: “Por eludir la responsabilidad de la dirigencia montonera, se termina atenuando la atrocidad mayor de Massera por haber diseñado “una unidad básica” con las presas desaparecidas. ¿No será esa parte siniestra de la verdadera historia la que se quiere borrar anteponiendo el prefijo “ex” es la ESMA”

Hay algo que me tiene realmente en la incertidumbre y no tengo posición tomada todavía, por falta de herramientas probablemente, y tiene que ver con esta nueva polémica acerca de la teoría de los dos demonios que surge a partir de la posibilidad de la justicia abra la investigación por el atentando a la Central de Inteligencia realizado por montoneros. ¿Te parece que existe esa posibilidad?

Yo desde el principio siempre me opuse. Me pareció que cuando las cosas son difíciles de nombrar porque no se entienden, aparece la simplificación, y esta apreció con el juicio a Juntas Militares de la dictadura, en donde se empezó a revelar ese rompecabezas macabro que fue el terrorismo de estado. Y me parece que fue una simplificación periodística, como consecuencia de como el juicio de las Juntas que también llevó a la Justicia a los dirigentes montoneros y de las guerrillas no peronistas.

Ambos grupos desataron baño de sangre en el país…

Siempre digo lo mismo, hay un solo demonio que es la violencia; no hay una violencia buena y una mala, no hay una que porque vos pensas en la revolución social es menos mala. Por supuesto que no se puede equiparar lo que es la violencia desde el Estado a lo que fueron los grupos montoneros o de la guerrilla, llámale como quieras.

Muchos creen que la Justicia no obro bien en este tema, que fue parcial…

No voy a entrar en las cuestiones jurídicas porque bueno, ha ido avanzando. Hay otras consideraciones necesarias, cómo, por ejemplo: ver si los grupos que comete actos de terror en una sociedad, si prescriben o no esos crímenes. Pero yo creo que entrar en las cuestiones jurídicas, nos impide hacer la consideración que nunca hemos hecho sobre lo que nos pasó y que son las consideraciones morales.

¿Por qué nos pasó, lo que nos pasó?

Cómo explicas vos que jóvenes de clase media, en una sociedad que no tenía pobres, que era una de las sociedades más igualitarias de América Latina, toman la violencia como expresión no política, porque cuando hay violencia no es política, precisamente la política es lo opuesto; es resolver los conflictos en paz.

Y también te podes preguntar como es el caso de la ESMA que también es un emblema de lo que fue la represión, es decir, como estos marinos que eran como de la elite de las fuerzas armadas, que soñaban con conocer el mundo y terminan convirtiéndose en asesinos. Yo creo que esto es lo que nos falta debatir. Volver a esto, porque hay intereses; cuando se dice “los dos demonios”, hay una disputa ideológica. Yo sigo creyendo que el único demonio es la violencia. Porque hay un problema con esto, cuando uno lo deja todo en manos del demonio, los seres humanos no tenemos nada que ver, y esto no lo hizo el demonio, lo hicieron seres humanos concretos, en los 70 cuando un muerto se vengaba con un cadáver, se vengaba con otro muerto y un muerto con otro cadáver en ese espiral de violencia que nunca pudimos salir.

Y la solución en este país no sólo no frenó la espiral de violencia, sino que lo llevó a niveles impensados…

Si, después vino el Estado que decía que venía a terminar con la violencia, utilizó los mismos métodos que decía combatir. Esa equiparación es imposible, entre lo que es el poder del Estado que se hace terrorista para aniquilar grupos que utilizan la violencia para imponer sus ideas. Entonces yo creo que volver ahora a la teoría de los dos demonios, es porque hay una intencionalidad ideológica y política.

No se puede utilizar el pasado trágico para los debates del presente. Pero, además, no porque lo diga yo, todos los países que se han confrontado con el pasado trágico, que han tenido que lidiar con el pasado trágico, es lo más difícil.

Tu libro se llama “Silencios”, ¿Por qué ese título?

Porque callamos por miedo, por dolor, por vergüenza, por amor, pero el silencio mayor es la mordaza que imponen las dictaduras. Lo primero que hacen las tiranías, es poner mordazas. Te aísla, vivís en soledad, no te animas a decir lo que pensas; todos somos impostores porque tenemos miedo, porque hay alguien que decide cómo vamos a vivir. Cuando vino la democracia, recuperamos la palabra jurídica, porque hubo juicio de la Junta, como en un Gran Teatro Abierto, empezamos a hablar a través de los sobrevivientes, reconstruyeron esa perversión del desaparecido al que nadie vio morir, entonces como nadie vio morir, durante muchos años nadie creyó que había pasado lo que pasó.

No podes traer lo que pasó en el pasado para los temas de hoy. Yo creo que lo que nos falta sobre el pasado, es la reflexión moral y filosófica de porque nos pasó en esta tragedia.

En algún momento mencionabas que la gran cuestión es la moral, y yo pensaba en esos años 70, en esa violencia descarnada, la de una moralidad rota. ¿Estamos hoy en condiciones de recuperar una moral que nos permita dar este debate? ¿Cómo sociedad estamos en condiciones?

La moral del humano es siempre una. ¿Qué es lo más grave que le has dado una sociedad?, tener dictadura, tener guerra civil y además nosotros tenemos una guerra perdida. La humillación de una guerra perdida. Pero no hemos tomado conciencia de eso.  Por eso, a mí me parece que en parte lo que nos pasa en el presente y en democracia, es que los que pensamos diferente no nos respetemos, que no seamos incapaces de una conversación democrática. Porque lo que define a la democracia es la pluralidad y no la uniformidad.

Las dictaduras te uniformizan; tienen que pensar todos iguales, tenés que seguir un jefe que te dice qué pensar, a quién rezar, cómo vestirte, todo. Eso hacen las dictaduras, es decir, hoy tenemos libertad y porque tenemos libertad, tenemos que ser capaces de mirarnos de frente para poder caminar hacia delante. Yo creo que sí, y cuando hablo de moral, la moral del ser humano es la que a nadie le gusta que le mientan, a nadie le gusta que lo manden.

Fíjate lo que está pasando en Ucrania: hacemos interpretaciones de las guerras históricas, y no sé qué y al final la única, la verdadera historia del hombre, en la historia por su libertad. 

De todos modos no hay que dejar el pasado de lado…

Ahora eso estoy leyendo un librito que me encantó: “Los espíritus florecen en libertad, se marchitan en la esclavitud”. Entonces no puede ser que en democracia no podamos hablar de las cosas que nos pasan. Por eso, traer la teoría de los dos demonios es un disparate. Lo que sí creo, es que no se puede ocultar ni dejar de interpretar lo que pasó en los años 70.

No podes hablar de lo que hizo la dictadura y no reconocer que hubo toda una violencia previa, donde cada muerto se venga va con otro cadáver. Entonces creo que todo esto debe ser llevado a la justicia, la sociedad tiene que ser capaz de hacerlo.

Tu familia fue muy golpeada por la dictadura militar…

Yo que tengo desaparecidos en mi familia, ¿el dolor de mi familia porque iba a ser diferente al del hijo de un militar que lo mató una bomba? Es decir, si no podemos ponernos en el lugar del otro entonces, por eso no hay dos demonios. Me niego a esto, si le pones la culpa al diablo, ¿los seres humanos que hicimos? Y los seres humanos tenemos mucha responsabilidad: los que podían haber impedido esto, la Iglesia, las empresas, los diarios, por ejemplo y no el buen vecino que muerto de miedo cerró las vidrieras para no ver lo que pasaba en las calles.

Vivimos en democracia y vivimos en libertad, pero me pregunto si hay una intención de algunas personas o algunos grupos o sectores que empujan a otros a ese silencio que estás mencionando en tu libro…

Cuando vino la democracia, recuperamos la palabra jurídica con el juicio. En los años 90, intentamos hacer una autocrítica sobre lo que había pasado en los 70. En Córdoba surgió una revista que se llamó “A la intemperie”, que la dirigía un hijo, que tenía un hermano desaparecido y había vivido en México y cuándo publican la revista, uno de los primeros reportajes que hace es a un guerrillero que había peleado acá en el norte en esa guerrilla que auspiciaba el Che Guevara y allí cuenta de que habían ajusticiado a sus dos compañeros, me acuerdo que cuando lo leí lo primero que pensé fue “pobres padres”. Pero Óscar del Barco, que era el filósofo de pasado y presente, que influyó tanto en mi generación, escribió una carta conmovedora que es “No matarás” y ahí empezó un debate incipiente, y fue muy impresionante, muy aleccionador

El problema es que algunos sectores no condenan la violencia y otros las exalta…

La izquierda no condena la violencia revolucionaria. Y yo creo que ahí está el nudo. Es decir, la democracia es el respeto al otro y el énfasis es condenar la violencia, no hay violencia buena y violencia mala. Y de ahí vienen todos los derechos humanos, que son una concepción que nacen de las cenizas del nazismo.

¿A nosotros que nos dejó la dictadura? Nos dejó una idea de democracia que era ajena a nuestra tradición política. Tenemos más de 50 años con golpes y con partidos políticos que no son democráticos, entonces hay una cultura que hay que construir. Nosotros condenamos, hicimos todo lo que no hizo nadie en la justicia, pero postergamos la construcción de una auténtica cultura democrática.

Desde tu experiencia, desde tu recorrido por el mundo, desde lo vivido personalmente ¿te asusta esto que se define como el surgimiento de la derecha, de la extrema derecha ¿pueden estar en riesgo los derechos humanos o la democracia?

Son peligrosos los fenómenos de izquierda y a derecha extrema: la democracia es el sistema más generoso que hay porque no te pide requisitos. Cualquiera puede ser o todos somos igualmente competentes para la política, el problema es que ganan las bancas para desde las bancas, atentar contra el sistema que les da fundamentos. Entonces yo creo que están posiblemente en retroceso, pero sigo creyendo qué es ahí a dónde hay que aferrarse.

Los Derechos Humanos en Argentina están relacionados casi en su totalidad a los hechos violentos cometidos por los militares en los 70…

El sistema de los derechos humanos no está vinculados a la muerte, los derechos humanos connotan con la vida. Sirven para denunciar a los canallas.

Europa que pasa por el mayor periodo de prosperidad económica, y de estabilidad política, la ha logrado de la mano de los Derechos Humanos democráticos.  Después de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en el 48, la creación de las Naciones Unidas, y todo lo que fue evolucionando en relación a los derechos, derechos civiles, derechos políticos, derechos ambientales, el mundo ha avanzado, pero en Argentina se demora en adquirirlo, porque existe una apropiación cultural de los Derechos Humanos.

Hay un sector que se ha apropiado de la historia, ha congelado la historia, ha hecho su interpretación, la ha manipulado. Yo me opuse desde el inicio que la ESMA sea el museo que le muestran a los extranjeros, porque hay toda una descripción absolutamente ideológica. Los derechos humanos no son de derecha, ni de izquierda. Entonces creo que nuestra gran postergación cultural.

Finalmente, tu libro es un intento de debatir esa apropiación de los Derechos Humanos…

Es un aporte mío, porque a mí me tomó la pandemia en Madrid, estuve confinada 8 meses. Los tres primeros encerrada sola y yo que he trabajado siempre en derechos humanos, nunca me animé a íntimamente imaginar que había pasado con mis hermanos que fueron arrojados en los vuelos de la muerte, que estuvieran en la ESMA. Eso lo supe hace muy pocos años. Y se hicieron los juicios y a mí nunca me avisaron, porque era opositora, entonces hace mucho tiempo que yo tengo indicios de esta apropiación.

Te quitaron el derecho a saber la verdad…

Yo tengo derecho a la memoria, además mi obsesión y por eso digo que yo vivo en la muerte de mis hermanos, con todo lo que nos ha pasado, es como que se han inmolado para que aprendamos a vivir en democracia. Que lo relevante es el respeto al otro, no que pensemos todos iguales. Entonces empecé a trabajar desde una perspectiva personal e íntima y, como estaba en una casa con gustos literarios que no eran los míos, volví a todos los libros que yo vengo leyendo y estudiando hace años.

Me pregunte, ¿qué hicieron los alemanes?, o como los países que han tenido pasados trágicos, como los han resuelto. Y ahí empecé a leer libros que yo no me había animado a leer, qué son los sobrevivientes de la ESMA. Y ahí me di con una realidad que yo la intuía, por lo que había escuchado en el juicio, pero es que es muy difícil acercarse, porque primero hay que limpiarse el alma para no juzgar nada, porque uno no sabe qué hubiera pasado o que hubiera hecho en ese lugar.

Tampoco se puede pasar alto situaciones dolorosas e indignas…

No, no se puede negar que hubo un pacto de Massera con Montoneros, y que la mayoría de los sobrevivientes de la ESMA, son montoneras. Yo tengo derecho a preguntarme porque mis hermanas no sobrevivieron. Y fui indagando sobre la perversión de Massera, de haber convertido a las presas desaparecidas, para que trabajarán para su proyecto político, porque él quería ser el futuro, pero habían pasado cosas monstruosas. Entonces no podés hacer de ese lugar un museo para mostrar, sino contas toda la historia.

Creo también que este tipo de núcleos de dolor, hay que dejar pasar el tiempo. Yo hace mucho tiempo junté en un programa de televisión a un sobreviviente de Auschwitz, con un sobreviviente de la Noche de los Lápices. Él era un anciano y el chico era muy joven. Pablo Díaz. Y ahí me acuerdo que salí dije: “El viejo necesita narrar para no morir, y el joven necesita olvidar para vivir”. Yo ahora que tengo edad, no me reconozco anciana, pero que tengo una edad como para recordar y me doy cuenta la fuerza de eso. Yo no sabía que tenía tanto dolor guardado. He tenido un enorme pudor para hablar de mí, hablé de los otros. Así que es un libro que tiene mi intimidad, pero desde mi mirada. Y es un alegato al futuro, porque si ves la tapa del libro, y ves a esos cuatro hermanos Morandini en una foto familiar que en cualquier casa de provincia la reconoces, y yo digo en la inocencia de lo que la vida nos tenía reservado, me preguntó, ¿quiénes los educaron? ¿a qué universidades fueron? ¿qué maestro tuvieron? ¿cuál fue el espíritu de la época?

Son preguntas para establecer las responsabilidades que tienen los que educan. Porque para criticar el adoctrinamiento que hay hoy, que están envenenando en lugar de formar no pibes, hay que conocer la historia y evitar repetirla.

No están preparando chicos para la liberación, sino a hombres libres para pensar por sus propios medios. Los estamos contaminando ideológicamente. Y entonces mi pregunta es ¿queremos seguir matándonos a perpetuidad? ¿O queremos vivir finalmente en democracia que obliga a que los conflictos se resuelvan trabajando de manera plural?

Desde lo personal ¿qué tan doloroso o traumático fue el proceso del libro, y cómo lo administraste para que justamente no te termine de demoliendo?

No, no al revés. Fue una consecuencia final. Creo que fue para cerrar las cuentas finales, porque eso siempre hablé, denuncié, escribí, pero nunca, nunca íntimamente, me animé a imaginar a mis hermanos.

Lo que me perturba ahora es lo que concita, porque viene gente que conozco socialmente. Una persona de mi edificio, donde vivo hace 20 años, me viene a contar que tiene un hermano desaparecido o la fotógrafa que viene a hacerme la nota, me mira y me dice que tiene hermana desaparecida y me doy cuenta que, hay mucha gente que tiene guardado y que hay más historias. Y de ahí vienen los silencios.

Los silencios en la historia - Revista Salvador

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Director

Eduardo Huaity González

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