En noviembre de 1972, un avión de instrucción de Gendarmería Nacional, pilotado por el comandante Héctor Flores, persiguió a un OVNI durante casi 40 minutos. Este caso fue desclasificado en 2015.
Este es el testimonio de su principal protagonista, Héctor Flores.
La noche del 2 de noviembre de 1972 realizamos un vuelo de instrucción. Yo me desempeñaba como instructor de vuelo en el Escuadrón de Gendarmería. Éramos tres en un avión modelo Cessna 182, un monomotor de ala alta con capacidad para cuatro personas. Iba acompañado de Jorge Torrecilla, que era piloto civil e instructor de tiro, había sido campeón mundial de tiro. El otro tipo se llamaba Alejandro Urs Vogt, era médico y aviador de Gendarmería, era mi alumno.
El vuelo consistía en ir desde San Pedro a Campo de Mayo, un viaje que se hace habitualmente en 10 minutos, pero en el que demoramos casi 40 por lo que nos pasó. Tuvimos la oportunidad de ver unas luces. Entonces le dije a mi alumno: “Ponga la mayor potencia para alcanzarlo”. Y a los pocos minutos me hice cargo del avión porque, ante situaciones de riesgo, el instructor de vuelo, que tiene mayor jerarquía y experiencia, asume la responsabilidad sobre la aeronave.
Llegamos hasta los 2.000 metros a la altura de San Pedro y nos acercamos entre 200 y 300 metros al objeto. Previamente había apagado todas las luces de aterrizaje, de interior y exterior para observar mejor en la oscuridad. Entonces cuando llegamos a 200 metros, prendí todos los faros de aterrizaje y ahí fue cuando el objeto se nos vino encima y nos corrió. Pusimos el avión en espiral de descenso y bajamos hasta los 1.000 metros de altura. Cuando pensamos que ya se había ido, estaba arriba nuestro de vuelta y con una luz que iluminaba el interior del avión como si fuese de día.
Vimos que era una cosa metálica, mucho más grande que el avión. La base del objeto era de color aluminio, metálico, y se veía movimiento adentro. Parecía movimiento de gente dentro de esa cabina. Por encima de esa base de luz blanca había un objeto con forma esférica más de color rojo. Ese objeto se movía a una velocidad superior a la de un avión.
Hice un escarpado y después un tirabuzón: subí el avión, apreté el pedal izquierdo y puse el comando hacia adelante para caer abruptamente, pero así y todo no me pude despegar del objeto. Seguía arriba nuestro. En Campo de Mayo, desde tierra, se veía todo lo que estaba sucediendo. Estaba el comandante en Jefe del Ejército, todos observando. Me ordenaban que fuera a Campo de Mayo y yo les decía que el objeto no me lo permitía. Yo me corría hacia un lado. Él se desplazaba hacia otro.
Finalmente logramos aterrizar en Campo de Mayo. Habían apagado las luces de aterrizaje. Pusieron una pista sola con balizamiento. Ni bien llegamos, llamaron de la torre de control para que relatemos los hechos.
Ese día yo llegué a la 1 de la mañana a casa. La mañana siguiente, cerca de las 9, me recibió un comandante mayor. Me dijo: “¿Qué anduvo haciendo usted, haciendo lío? Vaya que lo espera el Comando de Instituto Militares”. Había como 20 oficiales superiores esperándome: generales, médicos, coroneles. Les relaté lo que me había pasado. Estaban todos pendientes de lo que había sucedido y me estudiaron de pies a cabeza. Me observaron para ver si no era un tipo que sufría alucinaciones. Al rato, certificaron que estaba en condiciones psicológicas.
Con el tiempo me olvidé del caso.
Me lo revivió en 2019 Andrea Simondini que apareció un día en mi casa. Yo no tenía ni el informe del expediente que había hecho y ella lo pudo conseguir. No le di mayor trascendencia al hecho porque no fue más que una incidencia aeronáutica. Seguí piloteando muchos años y nunca más vi algo similar a ese objeto. Hasta el día de hoy no sé qué era eso. No estoy en capacidad de hacer evaluaciones. Yo solo cuento lo que objetivamente me pasó.