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Guerra de Ucrania: efectos positivos y negativos

Nadie puede negar que Vladimir Putin ha ejercido el poder a su antojo. A su vez, está claro que los principios democráticos occidentales no son parte de la idiosincrasia del sistema político de Rusia. Además, el sentimiento imperialista de antaño ha provocado que desde el Kremlin tomen la decisión de iniciar una guerra injustificada y sobre todo no provocada contra Ucrania. Esta situación condujo a que el mundo se vea envuelto en un huracán económico y político desde hace meses.
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Según el Fondo Monetario Internacional, no hay país en el planeta que no se haya visto afectado económicamente (directa o indirectamente) por la invasión iniciada por Rusia contra Ucrania el pasado 24 de febrero.

En consonancia con esta declaración, el FMI pronosticó una desaceleración de la economía global en 2022 del 3,6% mientras que para el próximo año sería del 3,3%. También anunció que los aumentos en los precios de los alimentos básicos, de los cuales Rusia y Ucrania son los productores más importantes, y los fertilizantes, producidos con gas natural como insumo principal, son los más marcados desde 2008. También se espera que los precios agrícolas aumenten alrededor de un 20% para fin de año.

Además, según estimaciones del Banco Mundial, la crisis de los precios de los alimentos y la energía provocadas por dicha guerra podrían durar años. El organismo multilateral pronostica que los precios de la energía aumentarán más de un 50 % en 2022 antes de disminuir gradualmente en 2023 y 2024.

Como vemos, el panorama general para los próximos años es de mayor inflación y menor crecimiento generando una mayor desigualdad y pobreza, en un entorno económico que empezaba a recuperarse con cierto optimismo de la crisis del Covid19.

Sin embargo, esta alza generalizada de precios de la energía y alimentos a afectado de forma desigual a los actores internacionales como veremos a continuación: Europa.

La Unión Europea se encuentra en medio de un escenario que muchos temían y pocos anticipan: una catarata de sanciones económicas ineficientes, divisiones internas, inestabilidad política, un parate económico y una preocupante crisis energética y alimentaria.

Durante estos meses de conflicto, la UE adoptó seis paquetes de sanciones contra el gobierno y entorno del presidente ruso Vladimir Putin. El objetivo desde el principio fue aislar al país del sistema internacional, convertirlo en un estado paria, sofocar su economía y cortar los fondos para la guerra. Sin embargo, la economía rusa está resistiendo las medidas de ajuste con más entereza de lo esperado. Mientras que el PBI ucraniano caerá un 38% este año, el ruso lo hará un 7%, según estimaciones del Instituto de Viena para Estudios Económicos Internacionales.

En paralelo, para las economías europeas, el impacto de la guerra superó con creces las expectativas. La mayoría de los países de la eurozona tienen las tasas de inflación más altas de su historia. Nueve de los 19 países de la eurozona obtienen cifras de dos dígitos y el promedio de la eurozona ya está en el 8,6 %, mientras que el objetivo a principios de este año era permanecer en el 2 %.

Ante este panorama, Bruselas espera que la economía europea se desacelere, pero que no se estanque. Sin embargo, este escenario cambiaría radicalmente si Vladimir Putin terminara cortando el gas ruso por completo, lo que podría empujar a la UE a su tercera recesión en la última década.

Ante este panorama, la crisis energética paso a ser lo más preocupante en estos momentos para los europeos. En este sentido, la UE se ha embarcado en una búsqueda desesperada de energías alternativas a los hidrocarburos rusos. Para ello ha firmado acuerdos con países como Azerbaiyán o Egipto entre otros. El objetivo es desligarse del gas ruso, que antes de la guerra representaba el 40% de todo el gas consumido en Europa, de forma rápida pero gradual.

Sin embargo, los mercados alternativos no son suficientes para reemplazar los suministros de Rusia y la apuesta por las energías renovables tardará años en dar sus frutos. Esto ha puesto a la UE en una desesperada necesidad de incluir el gas y la energía nuclear en la categoría de “energías verdes”, una designación que corre el riesgo de ralentizar el proceso de transformación y cambio ambiental.

Otra de las consecuencias de esta invasión es la división interna dentro de los países miembros de la Unión Europea. En este sentido tenemos países como los Bálticos que proponen seguir ahogando la economía rusa mientras que otros, como Francia, que solicitan una mayor disponibilidad al diálogo y la negociación. Asimismo, tenemos el caso de Turquía que, yendo contra la corriente, sigue comprando gas ruso y de esa forma financiando su incursión bélica.

Por último y como corolario de los efectos negativos, está el relacionado a la cuestión humanitaria. En este sentido, según estimaciones de ACNUR (Agencia de Naciones Unidas para Refugiados) hay más de 5 millones de desplazados. Esto trajo y trae aparejado que los países vecinos (sobre todo Polonia, Rumania y Hungría) no solo deban darles contención social a dichas familias, sino que también genera una presión en el mercado laboral interno.

América Latina

Mientras que las consecuencias económicas de la invasión rusa a Ucrania son claramente negativas desde una perspectiva europea, la situación en el continente latinoamericano es diferente.

A pesar de las intenciones de Moscú de tener un mayor peso económico en la región, la realidad es que mayoría de los países tienen un nivel comercial relativamente bajo con dicha nación. Sin embargo, los países iberoamericanos se ven especialmente afectados por sus precios en un importante sector como es el energético.

Esto puede ser considerado un factor positivo para algunos países productores de petróleo, como Colombia, México, Ecuador, Venezuela y Brasil, dado que el valor de este producto ha aumentado considerablemente por la reducción de la oferta y la incertidumbre sobre el abastecimiento produciendo el ingreso de dólares extra.

Sin embargo, esta valoración puede ser a la vez negativa ya que hay Estados importadores de petróleo que ven afectadas sus arcas con esta alza.

Rusia y Ucrania también se especializan en la extracción, fabricación y comercialización de productos derivados de diferentes metales, por lo tanto, los precios de estos también tendieron al alza desde que comenzó el conflicto. Este hecho puede beneficiar a las economías con acceso a estos mercados, como Perú, Bolivia y Chile (exportadores de cobre, de zinc, plomo y níquel). México también puede aprovechar para exportar oro a precios más elevados.

En cuanto a materia prima (cereales y derivados) se refiere, los dos países en conflicto, tienen cuotas de mercado significativas en el comercio internacional. Como resultado, los precios de muchos alimentos se ven afectados por la falta de suministros ruso-ucranianos. Esto también significa que países como Chile, Argentina y México (los principales exportadores agrícolas de América Latina) pueden beneficiarse particularmente de este escenario.

Hasta ahora, los países de África y Medio Oriente, como Egipto y Somalia, han dependido de los suministros de cereales de Rusia y Ucrania. Esta falta de oferta puede generar nuevos mercados para los productos latinoamericanos sin contar con la entrada de divisas complementarias. Además, este posible aumento de las exportaciones americanas provocaría mejorar la posición negociadora de los países involucrados a nivel internacional.

Sin embargo, no todo es tan positivo. La escasez de fertilizantes (muchos de los cuales provienen de Rusia), el déficit de infraestructura, la volatilidad política y los altos costos de transporte tienen un impacto negativo, tanto interno como externo, en la producción agrícola de América Latina.

Dadas las dificultades institucionales y estructurales de muchos países latinoamericanos antes mencionadas (falta de gasoductos y oleoductos), es cuestión de esperar saber hasta qué punto el continente puede beneficiarse de la evolución actual de los mercados.

En resumen, la comparación de los dos principales sectores afectados por la invasión rusa a Ucrania (energía y agricultura) muestra fuertes similitudes. Ambas áreas tienen beneficios para los Estados debido al aumento de los precios y la demanda. Esta creciente demanda internacional también podría mejorar a futuro la posición negociadora geoestratégica del continente.

Sin embargo, para ambos tipos de bienes no se pueden sacar conclusiones claras sobre su impacto en América Latina, ya que estos países tienen estructuras de importación y exportación muy diferentes.

Como vimos, el desarrollo comercial resultante de la invasión rusa presenta oportunidades económicas y geopolíticas muy importantes. No obstante, al mismo tiempo, revelan fallas y debilidades fundamentales en la infraestructura y los marcos institucionales que a menudo han obstaculizado el desarrollo económico como observamos en el pasado.

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Director

Eduardo Huaity González

Salvador® es una publicación de
Editorial ABC S.R.L.
Gral Güemes 1717
Salta, Argentina