“Así es, ya no tengo fuerzas ni ánimos, ni siquiera para hacer de los videos divertidos que me gusta hacer, ni los pensamientos de los miércoles post-fulbito”, asegura en una carta abierta la empresaria Natalia Saravia que cobró notoriedad por su lucha contra los abusos de Aguas del Norte.
“La situación me desbordó, hubo un hecho puntual que me devastó: estando en un fin de semana, donde festejaba uno de los logros más lindos de mi vida, me empezaron a llegar mensajes donde me contaban que murió una chiquita de 5 años por salmonella, 5 años, y al día siguiente era el día de la madre. ¡Los míos tienen 8 y 6, qué espanto! Me pegó tan fuerte que estuve horas llorando, y en un momento hasta culpable me sentí…
La realidad del problema en Salta es tremenda, se la pueden adjudicar al agua, a los “alimentos”, a los portadores crónicos, no importa, lo que sí importa es que lo que está en juego es la salud y la vida de la gente. Son muchísimos los casos de afecciones de distinto tipo que sufren muchas personas, algunos leves, otros con internaciones. Realmente no sé qué más hay que esperar…
Hay una mezcla de sentimientos que me invaden, y todos feos: tristeza, cansancio, frustración, soledad, fracaso, amargura, angustia, indignación, miedo, preocupación, desaliento, estrés, desesperanza, ansiedad, desborde e impotencia.
Intenté concientizar a la población por las redes, los medios de comunicación, a través de instituciones intermedias… Ya no sé qué hacer, pero sí sé que no puedo más. En la denuncia penal casi que me acusaron de terrorista pública que causa pánico en la sociedad, por ese y por tantos momentos en los que la pasé muy mal, la cantidad de lágrimas que derramé, realmente no doy más.
Tal vez me cargué una mochila demasiado grande, y fue a costa de un precio carísimo para mí, arriesgando mi salud y mi trabajo, y quitando valioso tiempo a mis hijos, mis amigos, mis trabajos y a mí misma.
Constantemente me escriben contándome de falta de agua por todos lados, de personas enfermas y hasta internadas, y yo sinceramente no solo no veo avances suficientes, sino que encima se viene peor; y ni siquiera noto voluntad real de cambio ni mejoras…
Además, la falta de agua nos afecta a todos los ciudadanos, no solo en nuestros hogares sino también en los trabajos (hospitales, escuelas, hoteles, gastronómicos, etc).
A pesar de seguir convencida de que es sumamente importante luchar por los ideales, me hicieron ver que esta lucha me está afectando sobremanera, porque yo no puedo hacer como si nada pasara, porque cada persona sin agua, y cada persona enferma, me estrujan el alma y el corazón, me está haciendo tanto mal que hoy me doy cuenta que ese es mi límite.
Y viendo que la empatía no funciona desde quienes sí tienen el poder de acción para ocuparse, apelo/imploro a todas aquellas personas, desde los más altos cargos del gobierno hasta el último trabajador de Aguas del Norte o entidades sanitarias, a que actúen. ¿Cómo? Para empezar: haciendo lo que hay que hacer, diciendo lo que hay que decir. No se es cómplice solamente por acción, también se es cómplice por inacción, por silencio.
Parafraseando a Martin Luther King: “no me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética (lamentablemente en Argentina ya estamos acostumbrados a ellos). Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos.”
Sepamos que algún día la conciencia nos lo va a reclamar, y si no es por sí misma, lo hará a través de nuestros hijos y nietos…”