Una pregunta atraviesa toda la vida de Manuel Belgrano y se posiciona como una posible contradicción: ¿Por qué el hombre que lo dejó todo por desplazar a la monarquía española y sus virreyes en la Sudamérica, aspiraba que estas tierras fueran gobernadas por un monarca?
Por Ernesto Bisceglia
En septiembre se cumplen 699 años de la muerte del poeta florentino, Dante Alighieri, la cumbre de la literatura italiana y uno de los grandes autores universales. Alighieri es conocido mayormente por su “capolavoro”, la “Commedia”, en italiano, conocida por los latinos como “Divina Comedia”, donde traza un viaje imaginario “A mediados de mi vida…” por el Infierno, luego por el Purgatorio, hasta llegar al Empíreo o Cielo.
En este imaginario trayecto, Alighieri es acompañado por el poeta latino Virgilio, más bien el espíritu, ya que Virgilio había muerto 1200 años antes. El vate lleva a Dante por los escabrosos Círculos infernales, del Primero hasta el Noveno donde habita el Demonio. En cada Círculo se acumulan pecadores según sus pecados terrenales y se hallan allí los personajes famosos de la historia universal hasta el momento en que Dante escribe su obra.
Hasta allí para ubicar más o menos al lector en el entramado que nos llevará a la “Conexión italiana” con nuestro Belgrano. Ocurre que la “Commedia” es una obra tenida por escatológica, de base exegética y hasta profética, que sólo pudo ser escrita por algún autor bajo inspiración sobrenatural. ¿Acaso Dante era un Illuminati que profesaba en alguna secta? Es muy probable. El Renacimiento italiano fue un tiempo dado a los estudios metafísicos y a las creencias esotéricas.
Este carácter de esotérico de la obra dantesca nos relaciona con Belgrano que también tenía cierta inclinación a las creencias sobrenaturales, como lo muestra la impresión bajo su orden y pago de los cuatro tomos de la obra del jesuita expulso, Manuel Lacunza, “La Segunda Venida del Mesías en Gloria y Majestad”, una lectura prohibida por la Iglesia Católica. Entonces, ¿Por qué el cristiano general que había ofrecido incluso su bastón de mando a la Virgen, pagada la impresión de una obra herética? De hecho su autor escribe bajo el seudónimo de Ben Hezrá –un supuesto judío- para escapar a la Inquisición.
La obra de Lacunza es una exégesis sobre el Libro del Profeta Daniel donde se desgranan elucubraciones sobre los tiempos finales, aquellos que precederían a la Parusía, esto es, la vuelta del Cristo a “…que vendrá glorioso como Rey a juzgar a los vivos y a los muertos” (2 Tim. 4-1).
Manuel Belgrano, al decir de algunos biógrafos, habría sido un creyente de que ese episodio portentoso del regreso del Enviado estaba cercano y que según lo interpreta Lacunza se produciría en tierras americanas y no en el Valle de Josafat como dice la Biblia, aunque hay que decir que lo que menciona el Libro Sagrado es el Juicio Final y no el sitio de retorno del Hijo de Dios.
Como sea, todo lo anterior nos pone en autos sobre otro aspecto del pensamiento del General Manuel Belgrano que es su costado esotérico. Cuando decimos esotérico no estamos refiriendo necesariamente a una inclinación por artes ocultas y malignas, sino al estudio, a la especulación de qué es lo que ocurre “Más Allá”. La Iglesia Católica misma tiene su lado exotérico –lo que se ve- en la misa, las manos, etc; y su lado esotérico que es el significado energético de esas imposiciones.
La cuestión es entonces preguntarse por qué Belgrano era un monárquico convencido luchando en medio de republicanos de índole jacobina incluso como Mariano Moreno. De hecho, su pensamiento en pos de una monarquía para estas tierras lo sostiene hasta la sesión secreta del 6 de Julio de 1816 cuando hace llorar a los delegados al Congreso de Tucumán al exponer su tesis de un gobierno de tono monárquico atemperado en base al descendiente de los Incas. Belgrano veía que una monarquía parlamentaria era una solución. De hecho, ya había tentado aposentar en estas tierras a la Infanta Carlota, hermana de Fernando VII y casada con el Regente de la Casa de Braganza, ambos exiliados en Brasil por la invasión napoleónica.
Una hipótesis y quizás una laguna de la historia
La supuesta razón del monarquismo de Belgrano podría residir en la lectura de una de las obras menores de Dante Alighieri, titulada “Della Monarchia”. Este libro es un opúsculo, que junto a la Vita Nouva y otros, constituyen el acervo inicial del florentino y donde analiza porqué razón el “gobierno de uno sólo es lo que más conviene a los pueblos”.
En ese libro, Dante explica con tres argumentos, uno histórico, otro jurídico y otro teológico, porque debe ser un monarca el único que puede llevar al pueblo hacia ese destino que señalaba Aristóteles era el fin último de los gobiernos: la felicidad.
Alighieri se basa para desarrollar sus argumentos en el emperador Augusto, que sabido es, fue el fundador del Imperio romano e inauguró un tiempo de prosperidad para el pueblo, con la sanción de leyes de moralidad, con el fomento del arte y la cultura, etc., tanto que se le conoce como “El Siglo de Augusto”.
Luego, el segundo argumento de Dante es jurídico y señala que queda demostrado que el imperio es el mejor gobierno porque el Cristo, decide morir bajo la ley del Imperio. De hecho, la muerte de Jesús es un crimen político y no religioso. Luego, la aceptación del mismo de padecer bajo la ley romana debe tomarse como expresión de legitimidad de Dios.
Finalmente, teológicamente el Imperio es lo más apropiado porque el Cristo, como Hijo de Dios, pudiendo haber venido a la Tierra en cualquier momento de la historia lo hizo bajo el imperio romano, con lo cual se justifica que éste es el mejor gobierno para los pueblos.
Claro está que esta es nada más que una menos que sintética explicación del pensamiento dantesco que es de hecho más complejo, pero al menos son las líneas generales.
¿Y qué tiene que ver Belgrano con todo esto?
Habría que suponer que Manuel Belgrano había leído esta obra menor de Dante Alighieri y siguiendo el hilo del razonamiento por eso era tan ferviente monárquico. Resultaría imposible que el Prócer jamás hubiera tenido contacto con estos libros.
La especulación tiene sustento en que no existe ninguna fuente que nos indique que Belgrano leyó a Dante; sin embargo, es imposible –repetimos- que no lo haya conocido alguien que era descendiente de italianos, que hablaba cinco idiomas y que había obtenido durante su residencia en Salamanca el permiso del Papa para leer los libros prohibidos por la Iglesia.
Sin embargo, nada nos dice de un acercamiento a este pensamiento, ni siquiera lo menciona Bartolomé Mitre que es su biógrafo y por añadidura el primer y único traductor de la Divina Comedia en el siglo XIX. Nada.
Alguna vez supe preguntarle esta duda al Dr. Félix Luna quien tampoco tenía una respuesta y dijo entonces: “La hipótesis es lógica y quizás estemos ante una laguna de la historia. Es válido investigarlo”.
En eso estamos.