“Paro, paro, paro; paro general”; “viva Palestina libre. ¡Viva!”; y “patria, sí; colonia, no”, son algunas de las frases que se escucharon hasta el hartazgo en los dos actos que se realizaron este domingo para recordar un nuevo aniversario del inicio de la última dictadura militar en la Argentina, en el escenario principal de una Plaza de Mayo estallada de personas.
Las dirigencias políticas y sociales no ofrecieron ningún horizonte a sus militantes más que críticas sueltas a Javier Milei, Victoria Villarruel y Patricia Bullrich que minimizaron en varios momentos el objetivo principal del evento: la memoria.
El primer acto fue concretado por organizaciones de Derechos Humanos identificadas desde hace largos años con el kirchnerismo, como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Para las 14, los principales accesos colapsaron, bajo un calor intenso. De hecho, varias personas fueron atendidas por equipos de primeros auxilios que se movían rápido ante gritos o aplausos desde algún sector. También se perdieron varios menores y adolescentes que intentaron ser guiados desde el escenario para reencontrarse con sus familias.
Los miles de ciudadanos que se manifestaron fueron en busca de respuestas que no llegaron desde los discursos leídos. Ambos consistieron, en realidad, en una mezcla heterogénea de planteos que incluyeron la libertad plena de Milagro Sala, la negación de la “doctrina Chocobar”, el rechazo al mega Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que desregula la economía y a la ley ómnibus, y la reivindicación de la causa Malvinas, entre otras cuestiones. Cuando se recordaba el motivo principal de los actos, apareció el cántico “como a los nazis, les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar”.
Fue destacable, a pesar del océano de personas, la calma que se mantuvo durante el transcurso de la tarde en los alrededores del escenario principal, con una casi imperceptible presencia de fuerzas de seguridad. Esa tranquilidad disimuló, en realidad, “una falta de rumbo y un horizonte que no existe aún por no haber hecho autocrítica”, como reconoció en la Plaza de Mayo un ex funcionario de la gestión anterior. “Madres de la Plaza, el pueblo las abraza”, fue la respuesta de quienes escucharon el discurso de Estela de Carlotto. Ella sugirió que a Milei habría que “cansarlo hasta que se vaya”. No tardó en contestarle Villarruel a través de redes sociales.
El segundo acto fue el de la izquierda, que se demoró y generó impaciencia en personas ya agotadas, tras cinco horas a pleno sol. Los organizadores reiteraron las proclamas una y otra vez, en medio de sugerencias para liberar el paso a las columnas que llegaban a la Plaza de Mayo. El recibimiento estuvo acompañado por el cantito “qué boludo, qué boludo, ahora el protocolo, se lo meten en el culo”. También se escucharon desde el escenario las palabras “nietes” y “detenides”.
Milei y el ex presidente Mauricio Macri fueron los destinatarios del “vos sos la dictadura” del público, mientras continuaban perdiéndose menores en pleno acto. A diferencia del anterior, la izquierda demandó la apertura total de archivos desde 1974, es decir, en pleno gobierno peronista.
Los militantes del Partido Obrero, del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) y otras tribus cargaron con banderas palestinas y coincidieron con uno de los presentadores del segundo acto, que la usó de capa. No se vieron banderas argentinas cerca de allí. En los momentos previos a la finalización del acto, algunos niños aprovecharon volantes para armar aviones de papel y matar así el aburrimiento.
Según la izquierda, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich y el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, quieren “la problemática narco para hacer lo de -el presidente de El Salvador, Nayib- Bukele”. En esa línea, agregaron: “La violencia se combate cortando los vínculos con sectores del poder político, policial y económico”. Obviaron que en el escenario escuchaban atentos legisladores, gremialistas y referentes de movimientos sociales que forman parte de lo que Milei denomina “casta”.
Al finalizar el segundo acto, la desconcentración fue poco problemática. No hubo cánticos. En los puestos improvisados se apuraban a vender los últimos sándwiches por $2.000 y bebidas espirituosas de sabor amargo con gaseosa, entre $3.000 y $5.000.