La escuchó hace largos meses de boca de un empresario agropecuario y le pareció una justa y acertada descripción. Y la primera vez que la utilizó en la diaria audición radial, sus compañeros de aire la celebraron y también la hicieron propia. Desde entonces, muchas veces, cuando tienen que referirse a la gestión de Gustavo Sáenz lo hacen con la caracterización de “el gobierno de las pequeñas cosas”.
Esos mismos periodistas, con más capacidad de análisis que gracia frente al micrófono, agregaron casi sin querer y juntando cotidianas descripciones y calificativos que el gobierno provincial es “la indefinición planificada”.
Superado el primer semestre y a pocos meses de iniciar su último año de mandato constitucional, el gobierno continúa siendo de “pequeñas cosas” y nada parece indicar que vaya a cambiar esa característica: paga sueldos en tiempo y forma, promueve multinacionales inversiones mineras y gestiona obras de infraestructura ante el gobierno nacional. Pero, en cambio, está obligado a dejar de lado “la indefinición”.
Y, de hecho, ya tomó una primera definición política: el año próximo no habrá elecciones primarias. Al cierre de esta nota la Cámara de Diputados dio media sanción a la Ley de Suspensión de las Primarias Abiertas Simultaneas y Obligatorias que, sin complicaciones ni demoras, el Senado ratificará.
El mediocre argumento oficial para la suspensión, no la eliminación definitiva porque se sabe este es un gobierno de “pequeñas cosas”, es la necesidad de ahorrar dineros públicos. La administración provincial podría ahorrar en no menos de mil partidas distintas, tan innecesarias como oscuras, pero eligió ahorrar en el sistema electoral y reducir la participación democrática.
El gobierno, además, ya tiene otra definición: las elecciones provinciales serán el tercer domingo abril del año próximo y desdobladas de los comicios nacionales. Si lo pensaron los operadores del gobierno o es pura casualidad no importa, pero ese día, el 16 de abril, se conmemora la fundación de la Ciudad de Salta y podrá ser utilizado por el gobernador Sáenz como parte de una campaña basada en su insulso proyecto de “salteñismo” expresado en el documento “Por más federalismo y unión de los salteños” presentado hace un par de meses.
Como sea, nadie duda que Gustavo Sáenz será reelegido. Y, al fin y al cabo, la verdad sea dicha, esa también es una definición política.
De ahora en adelante, entonces los interrogantes a definir son quiénes serán sus contendientes y de qué manera se organizarán los frentes electorales y se dirimirán las candidaturas.
El oficialismo corre con una clara ventaja porque nadie desafiará la decisión que tome el gobernador para elegir candidatos de su simpatía y cercanía mientras que, en cambio, la oposición que incluso durante la vigencia del sistema de elecciones primarias tuvo problemas para organizarse puede fragmentarse aún más que en la actualidad.
¿Cómo se unirá (cosa que no pudo hacer en 2021) la decena de partidos que se reconocen como nacionales y populares, progresistas o kirchneristas en el Frente de Todos?
¿Cómo escapará Juntos por el Cambio de los personalismos y egoísmos de los referentes del PRO, de la irrefrenable tentación por las internas de los militantes y dirigentes de la UCR, de la imprevisión de los arrimados de Ahora Patria?
Nadie lo sabe.
Quedan pocos meses para que el gobierno y los partidos políticos definan cómo se resolverán las internas y cómo se determinarán las candidaturas. Y la indefinición o, en todo caso, la falta de celeridad en las definiciones beneficia cada vez más a Gustavo Sáenz y sus adláteres.