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YO SERGIA, LA PEOR DE TODAS

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¿Qué motivó a Sergio, un conocido contador de la AFIP y docente universitario a presentarse un día en el Registro Civil para cambiarse de sexo a poco de cumplir 60 años y, a las semanas, iniciar su jubilación, ya como mujer? No lo sabemos.

Por Ernesto Martínez,  Economista, Ex Titular ANSES Salta, Consultor previsional

Sergio, eligió ser Sergia. Lo inusual del nombre me lleva a imaginar una elección a las apuradas, una situación de nervios ante el funcionario del Registro Civil, o quizás Sergia resultaba más discreto, siempre podría pasar ante quien preguntase como un simple error de tipeo.

¿Por qué lo hizo? Hay quienes dicen que sólo se trata de un pícaro, un audaz que le encontró el “agujero al mate” para dejar de trabajar y así, como mujer, poder disfrutar de la jubilación cinco años antes. Otros, los menos, creen que el cambio fue por una cuestión de conciencia. ¿Por qué lo hizo? Nunca lo sabremos. En realidad no sé si importa.

Lo cierto es que ya con su flamante nombre, Sergia inició su jubilación como mujer a los 60 años y ya está a punto de comenzar a cobrarla. Su caso apareció en todos los medios del país y se convirtió en un leading case que sacudió a la opinión pública.

En mayo de 2012 se sancionó la Ley 26.743 de Identidad de Género, la norma fue un hito en los derechos de las personas trans, históricamente un colectivo estigmatizado y vulnerado en todos sus derechos fundamentales porque sus expresiones de género no se reconocían legalmente. Con esta Ley se buscaba la no discriminación y la descriminalización de las identidades travesti, transgénero, transexuales e intersexuales a través de políticas inclusivas de tales identidades empoderándolos con derechos de ciudadanía.

La Ley de Identidad de Género establece que: “Toda persona podrá solicitar la rectificación registral del sexo, y el cambio de nombre de pila e imagen, cuando no coincidan con su identidad de género autopercibida”. Además, continúa: “En ningún caso será requisito acreditar intervención quirúrgica por reasignación genital total o parcial, ni acreditar terapias hormonales u otro tratamiento psicológico o médico”, en consecuencia no corresponde poner en duda la identidad consignada en el DNI.

Aunque el caso de Sergia no fue el primero en el país, sí fue el primero en difundirse masivamente y generó un debate desde lo previsional que aún está abierto. Las mujeres se jubilan cinco años antes que los hombres, no por una cuestión biológica (de hecho en Argentina las mujeres sobreviven en promedio 7 años a los hombres) sino, en todo caso, por una cuestión de roles culturales que aún subsisten; es una compensación por las tareas del hogar que el mercado no retribuye, una suerte de subsidio por las cargas domésticas y la crianza de los hijos.

Con respecto al derecho a la jubilación la pregunta que surge es: ¿a qué edad adquiere el derecho a la jubilación de una persona que nació varón y mudó su género a mujer? Se trata de una pregunta que ha causado problemas jurídicos también en otros países que permiten el cambio sexo en los documentos de identidad. En Argentina hasta ahora hay poca Doctrina.

Pero, ¿cómo saber si el cambio de género se ha realizado con el sólo fin de defraudar al Estado cuando la Ley, entendiblemente, no requiere pruebas ni adecuación física, tampoco exige tratamientos hormonales previos, cambios de apariencia, ni certificados médicos?

El Organismo previsional no tendrá otra opción que otorgar el beneficio de la jubilación a Sergia, y de hecho así será. Sergia es mujer, y cumple con los requisitos que se exigen a las mujeres para jubilarse, tiene 60 años de edad y 30 años de servicios con aportes.

Tampoco sería legal que ANSES realice una indagación socioambiental, preguntándoles a familiares y vecinos sobre su cambio, para saber si no está actuando por conveniencia económica o si se trata de su genuino derecho a la identidad de género porque la Ley dice: “Ninguna norma, reglamentación o procedimiento podrá limitar, restringir, excluir o suprimir el ejercicio del derecho a la identidad de género de las personas”.

Mientras escribo estas líneas pienso en muchísimas mujeres trans que, por discriminación, tienen prácticamente nulas posibilidades de acceder al mercado laboral formal para hacer sus aportes y que finalmente recaen en la marginalidad y el trabajo sexual. Ellas difícilmente puedan jubilarse porque no podrán llegar a acumular 30 años de aportes, pero más grave aún, porque difícilmente lleguen a cumplir 60 años. Se sabe que la expectativa de vida de las mujeres trans es cercana a los 40 años mayormente por enfermedades de transmisión sexual y por situaciones de violencia. Según el Archivo de la Memoria Trans, el promedio de edad de las mujeres trans fallecidas en 2018 fue de 36 años.

Pienso también en miles de hombres que tienen cerca de 60 años y han quedado sin trabajo y hoy a su edad tienen mínimas posibilidades de reinsertarse laboralmente. Hoy subsisten sin un ingreso fijo, sólo viven de algunas changas eventuales; pienso en ellos e imagino que bastaría un poco de coraje para presentarse en el Registro Civil para rectificar el sexo y cambiarse el nombre de pila. Habrá luego que guardar el nuevo DNI de curiosos que puedan ver el nuevo nombre de mujer (mejor si éste es discreto); quizás habrá que soportar la mirada con sorna de algún policía de tránsito; o hasta aguantarse las cargadas de los muchachos del barrio si algún día trasciende el cambio de sexo. Pero quizás habrá valido la pena para poder vivir con dignidad durante 5 años, con un ingreso mensual, con aguinaldo y obra social. Sin dudas el tema es complejo y la discusión está abierta.

De a ratos, el caso Sergia, me trae a la mente la escena final de la película “Los sospechosos de siempre” en la que Verbal, el personaje lisiado que maravillosamente interpreta Kevin Spacey, de a poco, comienza a caminar con total normalidad mientras se aleja de la comisaría: nos ha engañado a todos, todo el tiempo. Quizás yo sea un mal pensado, y sólo se trate de una mujer trans que ahora finalmente puede acceder a los derechos que le otorgan su identidad autopercibida de mujer.

El caso de Sergia es totalmente anecdótico. Lo interesante es que se ha abierto una problemática discusión en la Seguridad Social, y lo que es más importante, en el seno de la sociedad, una discusión que roza los DD.HH., la grave situación económica y la moral misma.

Nunca sabremos que motivó a Sergia, su íntima decisión desnudó un vacío legal. Supongo que él nunca imaginó que terminaría abriendo en la sociedad un gran debate aún no resuelto.

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Director

Eduardo Huaity González

Salvador® es una publicación de
Editorial ABC S.R.L.
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Salta, Argentina