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Rusia, el gran chantajista

“Pueden disparar a mi cuerpo, pero no pueden disparar a mis sueños”, Malala Yousafzai, Premio Nobel de la Paz.
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Los cambios en el mundo a menudo ocurren a una velocidad tal que no terminamos de procesarlos cuando ya todo vuelve a cambiar de pronto. Tal como aquel viejo chiste que afirmaba que justo en el momento en que uno aprende todas las respuestas nos cambian todas las preguntas. 

El calado histórico y la densidad moral de la guerra Ruso – Ucraniana es tal que nada volverá a ser como antes de la misma, pero aún más, el orden de posguerra de la segunda guerra mundial ha llegado a su fin definitivamente. Veamos.

En 1945 se crea la ONU al suscribir las naciones la Carta de San Francisco donde se consigna la organización y sus normas fundantes. De allí surge el Consejo de Seguridad y sus cinco miembros permanentes y demás órganos, oficinas e instituciones multilaterales con las más diversas funciones. Básicamente las naciones vencedoras de la guerra controlarían el único órgano que hace leyes obligatorias para los países consignatarios.

Con los años aquel orden, inequitativo, pero orden al fin, irá modificándose. Al principio por influencia de la guerra fría. Luego y conjuntamente por los poderosos resurgimientos económicos y geopolíticos de los vencidos. Así el Japón, Alemania e Italia, una vez derrotados y ruinosos, entre otros países, se pondrán a la cabeza de la industrialización incorporándose a la vez a la órbita de las naciones de valores democráticos y capitalistas más pujantes de la Tierra.

El orden del mundo de la guerra fría también se derritió. La descomunal pujanza de la órbita capitalista central y el despertar de una China capitalista no se detuvo ni un segundo ante el derrumbe de los países del Pacto de Varsovia, esto es de las naciones comunistas.

Cuarenta y cinco años después del fin de la segunda guerra mundial, en los noventa, caía la URSS. Un colapso geopolítico como pocas veces vio la humanidad.

EE.UU, China y la Unión Europea son los motores formidables de la economía mundial. Y no solo eso, además son los grandes impulsores de la ciencia y la tecnología contemporánea y de futuro. A ellos se suman países prósperos como Canadá; Australia, Nueva Zelanda; Corea del sur y Japón.

El mundo desarrollado está hecho de naciones que compiten por la energía limpia, renovable e inagotable, (están muy cerca de conseguirlo), por el desarrollo de la Inteligencia Artificial Aplicada, de los superconductores, de los nano procesadores, del valor agregado de alta tecnología, de millones de comerciantes y consumidores comprando y vendiendo según su mejor conveniencia y de un estado y un orden legal y político que vigila que eso ocurra en paz.

Rusia no es nada de eso. Carece de la sociedad abierta y pluralista de occidente. No invierte en ciencia y tecnología aplicada a la actividad privada. No posee la cultura del emprendedurismo estadounidense, sajón o europeo, ni la disciplina japonesa o Coreana del Sur ni la escala y la practicidad de los chinos.

En cambio, Rusia tiene recursos energéticos y mineros que de a poco y más rápido que lento la humanidad irá desusando. Rusia lo sabe. Tiene también un arsenal descomunal heredado de la guerra fría, especialmente de armas nucleares, químicas y biológicas. Por si fuera poco, tiene una economía ineficiente, un estado autoritario y corrupto y oligarquías indecentes y criminales. Rusia es un dinosaurio que se niega a evolucionar. Pretende que el mundo se adapte, admita y homologue sus modales precámbricos. Es un dinosaurio torpe y absurdo, sí. Pero con armas nucleares.

Rusia se niega a cargar con la derrota de la historia. Es que tiene demasiada prosapia para eso. Putin se ve a sí mismo como a una Catalina La Grande del siglo XXI.  Otras naciones que han sido imperiales en su tiempo y dejaron de serlo, hoy son prósperos países jugando con protagonismo en la economía global sin ninguna crisis de identidad o nostalgia malsana. Rusia no tiene como jugar ese juego. Su decadencia le genera la propia lógica de su derrota.

Siendo una perdedora de la historia, Rusia se comporta como un matón de barrio. Un abusón energúmeno, cínico, hipócrita, violento y peligroso. Lo puede hacer y lo hace.

Una elite rusa tirana le impide a su pueblo la libertad que con toda seguridad exudaría torrentes de creatividad al nivel de las sociedades más progresistas del mundo.  Pero no. La dictadura de un estado pervertido oprime, copta o asesina cualquier disidencia. Es así. El silencio y el miedo reina en la sociedad rusa.

Da escalofríos pensar que el politólogo estrella de Putin sea Sergey Karaganov, que es conocido como el progenitor de la Doctrina del expansionismo ruso, que establece que Moscú debe hacerse pasar por el defensor de los derechos humanos de los rusos étnicos que viven en el “extranjero cercano” con el fin de ganar influencia política en estas regiones.

Esta idea fue introducida por primera vez en la política nacional de la Federación Rusa por Boris Yeltsin en 1992. Después de que Karaganov publicara un artículo defendiendo esta postura en 1992, la posición de la política exterior de Rusia vinculó la retirada de tropas rusas del Báltico con el fin de la “discriminación sistémica” contra los rusos en estos países.  Los eruditos han comparado la Doctrina Karaganov con las ideas geopolíticas de Hitler para apropiarse de Austria. Otros también la vinculan a las ideas del irredentismo fascista de Benito Mussolini. Lo cierto es que es exactamente así. Tal cual.

En un mundo basado en reglas, Rusia tira el tablero y afirma que su juego no se basa en las normas, sino en la fuerza. Y su última ratio en este juego es su arsenal nuclear. Por eso sostiene que no puede perder.

Es un chantaje a la humanidad. Desprecia e insulta a la ONU. Amenaza a la Corte Penal Internacional con lanzarle misiles. Niega el derecho a la existencia de Ucrania. Afirman que donde sea que existan personas que hablen ruso el suelo que pisan es Rusia. A eso le llaman la Rusia Histórica. Y Rusia tiene derecho a ese territorio. Roba los niños de la guerra con el argumento que son suyos. Bombardea objetivos civiles. Hace lo que ya hicieron Hitler, Mussolini, Stalin, Pol Pot y los Castro. Asesinan.

La serpiente del mal volvió a romper el huevo, estamos avisados.

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Director

Eduardo Huaity González

Salvador® es una publicación de
Editorial ABC S.R.L.
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Salta, Argentina