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La deconstrucción necesaria

Hace unos meses me notificaron desde el banco “que tenía que ir a firmar un papel”. Obediente acudí a la llamada pues, aunque no me explicaron nada más, tengo bien interiorizado que cuando el banco te pide que vayas, tú vas y, cuanto antes mejor, no vaya a ser que…
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Por Belén Ríbes Gozalbo, desde España

Al llegar a la sucursal, gracias a la cita previa necesaria desde la primavera del 2020, (fecha en la que se consolidó la ya iniciada y drástica reducción del personal bancario), me recibió un señor que, tras pedirme el documento nacional de identidad, me mostró la pantalla de una tablet y me dijo que firmara allí donde él me señalaba.

“Disculpa” (aquí en España somos muy de hablarnos de tú, en mi caso, entiendo que desde el respeto y la igualdad), le dije, “es que no sé qué me estás pidiendo que firme. Por favor, ¿me puedes enseñar el texto completo de este documento que parece que tiene 33 páginas, o, al menos, el encabezamiento de esto que me pides que firme?”.

“Pero si no es nada”- me contestó. “Simplemente se trata de que nos des permiso para usar tus datos, los biométricos y demás… tan solo eso… ¡como cuando navegas por internet y le das a aceptar cookies!”-continuó. “Es que intento no aceptar cookies ni me gusta que trafiquen con mis datos!”-le respondí, ya obviamente enfadada. Finalmente conseguí que me imprimiera las 33 páginas para leerlas en casa, no bloquear su ventanilla ni tampoco regresar jamás. De momento.

Más sobre bancos. En España, tras la crisis del 2008 llegó el rescate bancario en junio del 2012, hace ahora una década. ¿Rescate bancario?, pues sí, así se dio a conocer la impresionante maniobra financiera consistente en que, con el fin de cubrir los agujeros financieros que muchos bancos y cajas de ahorros habían dejado en sus cuentas debido a su mala gestión durante la burbuja inmobiliaria, el Banco Central Europeo (BCE) ponía a disposición del Gobierno español una línea de financiación por 100.000 millones de euros.

De los 58.000 millones que inyectó el Estado español al sector financiero, diez años más tarde solo ha recuperado unos 6.000 millones, apenas el 10%. “A cambio del rescate”, publicaba en 2012 el diario El País, “la UE quita competencias a Economía y deja al Banco de España bajo la tutela efectiva del BCE”, y remata: “aprovecha el rescate para someter a la economía española a una intervención en toda regla.” Y lo peor es que, a día de hoy, no se espera que los 52.000 millones restantes lleguen a las arcas públicas.

Quizás ahora entendamos mejor cómo y porqué se cuadran los sucesivos gobiernos de España ante las hojas de ruta emitidas desde Bruselas. Y también, que el mismo ministro español de Economía de la época sea, en la actualidad, el vicepresidente del Banco Central Europeo. O que Rodrigo Rato pasara de ser presidente del FMI a presidente de Bankia, una de las entidades peor gestionadas y con mayor deuda. Las consecuencias para la ciudadanía de estas puertas giratorias, y de las políticas previas y posteriores, son, a veces, desgarradoras: los mismos bancos que fueron “rescatados” hace diez años y que no están pagando sus deudas, llevan aún más años ampliando sus carteras de inmuebles debido a la ejecución de desahucios de personas que no pueden pagar las hipotecas de sus viviendas. Por ello, ya en febrero de 2009 se constituyó en Barcelona la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) que lucha contra el fraude hipotecario y el derecho a la vivienda y denuncia que “hay miles de familias sin poder pagar la hipoteca o a punto de dejar de pagarla. Muchas están ya en fase de ejecución hipotecaria, por lo que temen ser desahuciadas en los próximos meses.

La mala regulación del sistema bancario español hace que no sólo corran el riesgo de perder sus casas y quedarse en la calle, sino también de mantener parte de la deuda, ya que ahora los bancos están tasando las mismas viviendas a precios inferiores”. Denuncian además un fraude hipotecario generalizado a través de unas cláusulas contractuales abusivas. “Fueron los bancos los que facilitaron y otorgaron hipotecas a pesar de que muchos de nosotros no éramos sujetos de crédito y teníamos unos ingresos bajos. Sobrevaloraron la tasación de la vivienda, inflando el precio, y aumentando así la deuda contraída. Pero la lista de irregularidades no acaba aquí: comisiones abusivas; contratación obligada de seguros caros e inútiles; intereses variables referenciados al euríbor más unos diferenciales desorbitados; información sesgada, cuando no engañosa, sobre posibles aumentos de la hipoteca, etc. Todo ello con una finalidad inequívoca: optimizar beneficios y sortear los controles de riesgo que todo sistema crediticio razonable debería tener”.

Eduardo Galeano afirmaba que vivimos en un mundo al revés y, de pronto me estremezco al recordar los genocidios y saqueos documentados en Las venas abiertas de América Latina. ¿Cómo acabar con tanta injusticia? y me respondo a mí misma que, de alguna manera, algo que sí podemos aportar es una mirada y acción interna y externa que pasa por la propia deconstrucción: una deconstrucción necesaria tanto en lo personal como en lo social.

Una deconstrucción consciente y responsable surgida desde lo más profundo: desde las entrañas propias y las de la historia; desde los intestinos del pasado y del propio colon para descolonizar nuestras mentes. Deconstruirnos para entendernos mejor desde esa desnudez que nos remite al esqueleto de nuestra propia historia. Observarnos y observar los mensajes, las creencias con las que he sido educada; los valores y los ideales, la conciencia colectiva de mi grupo familiar, social… ¿Qué doy por sentado y de cuántos privilegios me creo merecedora sin más? Y, ¿qué hago con ello(s)?, ¿cómo actúo?, ¿cómo consumo, cómo invierto mi energía, tiempo, recursos y dinero?, por ejemplo. ¿Cómo interactúo con el próximo? Eso sí está en mis manos.

Poderoso caballero es Don Dinero, actualmente venerado como un dios a través de los nuevos clérigos, los nuevos gestores quienes, oficiando desde sus cumbres, son responsables de muchas injusticias. Pero un trabajador que pretende hacerme firmar documentos sin mostrarme ni explicarme para qué es esa firma, (por muy insignificante que sea su contenido), también es en parte responsable de esa injusticia pues en sus manos está el buen trato a las personas, por muy maltratadora que sea la empresa para la que trabaja.

Las grandes empresas se desvinculan cada día más de la responsabilidad de sus actos mientras se entronan en esa pirámide de jerarquías anónimas bajo la que gestionan, desde la creciente digitalización, un mundo cada vez más deshumanizado. Por eso, a ese empleado del banco, le pido honestidad, humanidad, porque es él quien está dando la cara ante el público, y, no solo porque somos la clientela quienes pagamos, (no solo con dinero, además) sino por su propia salud y bienestar.

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Eduardo Huaity González

Salvador® es una publicación de
Editorial ABC S.R.L.
Gral Güemes 1717
Salta, Argentina