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El Santo Grial de la Energía

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La Provenza, sur de Francia. Los pintorescos cultivares de lavanda, la mejor del mundo, se extienden por  todas partes siguiendo el relieve de suaves y abundantes  lomadas que anuncian un poco más allá a los Alpes Mediterráneos. El lugar se llama Cadarache y es una antigua posición de una extinta abadía. Por el sitio pasaron todos los ejércitos que hicieron la historia europea y de parte de la humanidad. Pero sólo pasaron, ninguno se detuvo. 

Por Gustavo Yanicelli

Pareciera que el destino le reservó a este bonito e intrascendente sitio unas páginas muy especiales en la aventura del cerebro humano. Vamos a ver.

Imagine una fuente de energía muy limpia, tanto que casi no tiene residuos y además los pocos que genera se los reutiliza. Tan abundante pero tan abundante que con unos pocos gramos de materia puede satisfacer la demanda de energía de una ciudad enorme. Y tan barata que con solo una unidad de energía la fuente le devolviera 10.000 unidades o más, mucho más. 

Abusaré de su paciencia. Imagine ahora los formidables y colosales cambios en la humanidad que semejante circunstancia traería. Le doy algunas pistas. No habría límites de potencia ni económicos para llevar la energía a todas partes. Por lo tanto no habría escasez de agua en ningún lugar del planeta. Dejaríamos de quemar combustibles fósiles. Se limpiarían paulatinamente la atmosfera, los ríos y mares. Los nutrientes serían más abundantes y baratos y el hambre y la sed de los pueblos una pesadilla del pasado. Sin yacimientos ni ductos se apagarían muchas tensiones geopolíticas. El confort sería más sofisticado y al mismo tiempo más económico.  Y siga imaginando  lo que desee, porque todo será verdad, todo esto que estamos soñando será cierto. Absolutamente cierto. Como dice el hermoso bate catalán, Don Serrat “…más verdad que el pan y la tierra…”

El juego se llama Fusión Nuclear. Y se juega en Cadarache, al sur de Francia, en la Provenza, entre los cultivares de lavanda, la mejor del mundo.

La Fusión Nuclear es una reacción que se produce cuando dos núcleos atómicos se fusionan para formar un solo núcleo más pesado liberando en el proceso una enorme cantidad de energía. Es el Santo Grial de la física…y la energía. Y no exagero.

35 países se reunieron para llevar adelante un experimento fabuloso: intentar la Fusión Nuclear de manera controlada y sostenida, condición para poder aprovecharla y transformarla en energía utilizable.  

El proyecto se llama ITER, (International Thermonuclear Experimental Reactor) y se desarrolla en Cadarache a un costo de más de 30.000 millones de dólares.   

El ingenio que se proponen es recrear  las condiciones que ocurren nada menos que en el interior de nuestra estrella el Sol. Pues la luz y el calor que nos llegan de él son productos de la Fusión Nuclear que ocurre cuando los núcleos de los átomos de hidrógeno se fusionan por la enorme presión de su gravedad y  millones de grados de calor. 

Para que el truco funcione aquí en la Tierra necesitan producir un calor de aproximadamente 200 millones de grados, es decir unas 15 veces la temperatura del interior de una estrella como el Sol. Pero ocurre que no hay un material en el planeta que resista semejante calor. Así es que tuvieron que inventar un dispositivo que funcionara como recipiente pero evitando que el plasma lo toque siquiera. Lo lograron. Con poderosos imanes “orientan” el flujo de ese plasma y listo. La máquina del milagro se llama Tokamak, un invento ruso de los años 50, perfeccionada por los laboratorios norteamericanos y europeos. 

Semejante herramienta es la que se levanta en medio de los cultivares de lavanda franceses, se trata de una obra descomunal por todo concepto. Un gigante de la ingeniería. Es el quinto proyecto más costoso y complejo de la humanidad moderna después del Programa Apolo, la Estación Espacial Internacional, el Proyecto Manhattan y del desarrollo del Sistema GPS. A la par o superior del Telescopio Espacial Hubble, el Proyecto Genoma Humano y el Acelerador de Partículas.  

Si en el año 2025 el ITER es capaz de producir plasma de forma controlada y en el 2035 lo hace con combustible de diseño, si logra hacerlo, si resulta que se cumplen las metas y objetivos del proyecto, si pasa que este coloso de más de 60 metros de altura se comporta tal como lo soñaron, pues comenzará  un nuevo tiempo para la humanidad. Si ITER es capaz de producir energía limpia, segura, barata y materialmente inagotable la humanidad habrá dado un paso enorme y definitivo hacia el progreso y la paz. 

El aroma de las Lavandas le recordará a la humanidad del futuro no lejano una conquista formidable, maravillosa. Energía limpia e inagotable.

Permítame una autoreferencia por favor. Hace muy mucho, cuando éramos muy  jóvenes con el Director de esta Editorial, en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Tucumán una profesora de Antropología Filosófica solía repetirnos como queriendo asegurarse que comprendiéramos y no olvidáramos que en última instancia la aventura del espíritu humano es encontrar lo Verdadero, lo Bueno y lo Bello. Sea que lo consiga o no, ese es su esfuerzo. 

ITER reúne a la Unión Europea, Japón, Estados Unidos, Corea del Sur, India, Rusia y China. Además reciben colaboración de unidades científicas de Ucrania, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Pakistán y Brasil. Juntos son más de la Mitad de la población del mundo y casi el 85 % del PBI mundial. Tienen el 80 % del arsenal total y el 99.99 de las armas nucleares totales.  El consorcio de científicos tiene por sede de plenarios a un viejo castillo del siglo XV en las cercanías del proyecto. Se reúnen las mejores mentes científicas de todo mundo. Por el mundo. 

Es de imaginar la complejidad diplomática del proyecto. Buena parte de los países que participan tienen además conflictos entre sí. Rusia con occidente, China con Estados Unidos y Pakistán con India solo para citar algunos. Pero lo Verdadero, lo Bueno y lo Bello puede más. 

Necesitamos que ITER pruebe que es posible. Que no fracase. Que un día próximo los diarios del mundo en todos los idiomas titulen con letras grandes “¡Lo logramos!”. 

En los años 50 a la Argentina le vendieron la fábula que era posible la fusión nuclear en frío y hasta envasar en botellas la energía. Fue Ronald Ritcher, un físico Austro Húngaro nacionalizado argentino. Entonces el asunto se gestionaba en el fracasado y patético Proyecto Huemul. Todavía hoy se pueden ver los restos en la isla homónima del lago Nahuel Huapi en Bariloche. Hay que decir en justicia que de ese fracaso nació el Centro Atómico Bariloche. 

Las metas que se procuran en el proyecto ITER son maravillosas pero no de fábulas. Se trata de un emprendimiento internacional con el concurso de los centros científicos y académicos más afamados del planeta. Que además está antecedido por casi 100 años de investigación desde la mera práctica teórica especulativa hasta laboratorios con simuladores en distintos países.

Entonces, ¿qué puede salir mal? La respuesta es todo. Los riesgos que algo salga mal están presentes por la sencilla razón que estamos empujando la tecnología al límite de la ciencia. Al límite también de las habilidades de la humanidad. Se trata de hacer circular alrededor de una rosquilla gigante un plasma a unos 150 millones de grados, que no roce las paredes del recipiente y este direccionado por poderosos imanes de varias toneladas de peso que en sus posiciones no admiten un error mayor a dos milímetros. La máquina es enorme pero la tolerancia al fallo es ínfima. 

El mundo está marchando con dificultad, con sacrificio pero marcha. El ser humano no sólo desea vivir, además desea vivir bien. Desea el confort. Y ese derecho al bien vivir es un derecho que tienen todos los seres humanos del planeta. Pero no se satisface con la mera existencia. Requiere que hagamos algo por ello. Hay que saberlo: No voy a bien vivir solo por ser un humano. 

Todos los grandes proyectos de la humanidad son penosos. Demandan o demandaron sacrificios. Desde el impuesto pagado del fontanero al estudio sacrificado del científico. Es así. El bienestar no nos es dado. Hay que conquistarlo. Los que peinamos canas probablemente no veamos al planeta con energía abundante, limpia, segura y barata. Pero lo niños de hoy si lo verán.  

Quisiera tener la misma certeza con los niños argentinos. Saber que ellos podrán gozar también de un futuro bien vivible en un país hermoso. La verdad, en cambio, es que me invaden las dudas y la angustia. No lo digo por pesimista o miedoso, no. Es que no veo a Argentina en los grandes proyectos de la humanidad. Temo que mal aprovechemos las oportunidades y finalmente seamos pasado, puro pasado. Que el futuro, simple y tristemente, se no escape. 

Y ya se sabe, en el pasado no está lo Verdadero, lo Bueno y lo Bello.

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Director

Eduardo Huaity González

Salvador® es una publicación de
Editorial ABC S.R.L.
Gral Güemes 1717
Salta, Argentina