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Revolución-de-Mayo4

El final de un ciclo y la desaparición de los partidos políticos en la Argentina

Desde 1810, aunque informales, existieron los partidos políticos: "Saavedristas y Morenistas" conformaron la primera puja por el poder que se saldó con la vida del ilustrado Mariano Moreno. En adelante, hasta la sanción de la Constitución Nacional en 1853 hubo un vacío democrático porque no hubo participación, sino hegemonía del poder rosista que combatió la libertad de las ideas y la actividad política plural.
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Desde 1853 en adelante el Partido Autonomista y el Partido Liberal disputaron los espacios intelectuales y políticos en una alternancia que, aunque primitiva le daba ya cierto carácter a una realidad proselitista que podía ser llamada “democracia”, más allá de que los cargos y hasta los resultados de las elecciones se dirimieran en cenáculos privados de la oligarquía. Una práctica que continuaría hasta muy entrado el Siglo XX.

El tracto temporal desde la sanción de la Ley “Sáenz Peña” en 1912 hasta la llegada del peronismo vio la multiplicación de ideas y partidos donde nacieron los legendarios líderes como Lisandro de la Torre entre los demócratas progresistas, Juan B. Justo y el socialismo, y por supuesto, la Unión Cívica Radical, que pagó con sangre su nacimiento en los acontecimientos de la Revolución del Parque en 1890.

Con sus claros y oscuros la democracia argentina se conformó en la tensión peronismo-radicalismo principalmente, más allá de otras expresiones que eran desprendimientos de esas dos grandes corrientes políticas. Lamentablemente, la continuidad que habría servido al fortalecimiento de la democracia argentina se vio interrumpida por los sucesivos golpes militares.

Sin embargo, y a pesar de esas interrupciones la participación de una militancia continuaba activa, incluso fogueándose en la resistencia con los excesos que resultaron de llegar al uso de la violencia armada como forma de “militancia” animada por el peronismo.

Con el paso del tiempo y desde la recuperación de la democracia en 1983, se promovió una decadencia permanente y continua en la calidad institucional de los partidos políticos hasta llegar a su literal eliminación en las últimas dos décadas.

La suerte de los partidos políticos fue de la mano con la caída del sistema educativo argentino que sufrió el impacto de políticas de Estado orientadas a diluir todo conocimiento profundo. La idea de una inclusión forzada y la nivelación hacia abajo sumió a generaciones en la ignorancia más profunda y en la negación de todo valor cívico y patriótico. Porque al fin de cuentas, la Patria se compone del espíritu cívico de sus ciudadanos y éste se cultiva de manera inexcusable en las escuelas y en los partidos políticos.

Luego, la apropiación de los partidos por camarillas de individuos inescrupulosos que ayudados por esa coyuntura de decadencia social terminó dando como resultado un vaciamiento de contenido en el electorado a lo que se sumó una acción deliberada de destrucción de los partidos políticos.

El inicio de esa devastación tiene nombre y apellido: Néstor Kirchner y su artilugio llamado “transversalizaciòn” que era el pretexto para que todos fueran todo y al fin de cuenta nadie. Entonces radicales pudieron formar en un peronismo (Leopoldo Moreau es un caso paradigmático), que ya no era tal junto a comunistas, moderados, oportunistas y terroristas.

Consolidado ese “consorcio” de “políticos”, la grieta que se formó dejó allí arriba a los que se apropiaron de la política y al pueblo que resultó la víctima propiciatoria de este aquelarre que hoy tiene su expresión terminal en Frentes donde nadie sabe qué son ni quiénes los forman. Ellos los primeros.

La provincia de Salta es un caso testigo de esto que antecede con una cantidad de Frentes formados por una grilla de movimientos y agrupaciones, muchos de ellos municipales, donde el elector no tiene la menor idea de quiénes son ni a quienes representan. Tan confuso es el panorama que una catarata de impugnaciones ante la Justicia electoral le siguió a la inscripción de esos grupos.

El voto electrónico viene a poner más confusión todavía porque siendo que nadie sabe nada todo avizora que la elección será lo más parecido a una máquina tragamonedas donde el votante presionará rostros más por impulso que por rozamiento. El problema es que a diferencia de una tragamonedas donde existe una ínfima posibilidad de levantarse un montón de dinero, aquí es como una perinola de una sola cara: Todos pierden.

La conclusión sería, de que la suerte ya está jugada y habrá que rendir sobre lo que está planteado, pero con la idea de que este sistema ya no resiste otra elección en estas condiciones por lo que será importante comenzar a pensar en la reorganización democrática a partir de los municipios. Pensar en organización territorial, participación vecinal y gobernanza como el trípode desde donde asentar las nuevas bases de una democracia renovada. Caso contrario, la cuestión social que es inédita por su gravedad podría desembocar en episodios más luctuosos que los vividos en los años setenta.

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Director

Eduardo Huaity González

Salvador® es una publicación de
Editorial ABC S.R.L.
Gral Güemes 1717
Salta, Argentina