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Bolivia está al borde del caos económico y social

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Tras dos décadas de políticas estatistas, el gobierno no tiene forma de controlar los índices más básicos y las reservas desaparecen.

“No faltan dólares” anuncia un banner en la página de inicio del Banco Central de Bolivia. “Nuestra economía es fuerte, solvente y estable”. La necesidad de la publicación sugiere lo contrario. Durante las últimas semanas, los bolivianos han intentado desesperadamente comprar dólares. En febrero, el Banco Central dejó de publicar datos sobre sus reservas de divisas. En marzo tomó la inusual medida de vender billetes verdes directamente al público después de que las casas de cambio empezaran a quedarse sin ellos. Cuando la cola se hizo demasiado larga, el banco obligó a los bolivianos a reservar cita por Internet. La próxima disponible es en julio. Los inversores están asustados. Los bonos del Estado con vencimiento en 2028 han perdido casi la mitad de su valor desde enero.

La escasez de dólares se debe en parte al endurecimiento de los mercados financieros mundiales. Cuando la Reserva Federal empezó a subir los tipos de interés el año pasado, se hizo más difícil para Bolivia contraer deuda externa. Luego vino la guerra de Ucrania, y el costo anual de la importación de combustible se duplicó hasta superar los 4.000 millones de dólares (o el 10% del PIB). El Gobierno empezó a recurrir a sus reservas para apuntalar la moneda, que está vinculada a 6,96 bolivianos por dólar estadounidense desde 2010, y para subvencionar el combustible. Sin embargo, aunque la escasez de dólares del país se vio exacerbada por problemas a corto plazo, lleva mucho tiempo gestándose. El modelo económico de Bolivia está agotado y en quiebra.

A principios de la década de 2000, Bolivia experimentó un fuerte crecimiento gracias a las exportaciones de gas natural. El presidente de izquierdas elegido en 2005, Evo Morales, tuvo suerte. Poco después de su llegada al poder, las instituciones multilaterales condonaron la deuda a muchos de los países más pobres del mundo, entre ellos Bolivia. Los precios del gas se duplicaron hasta alcanzar máximos históricos en 2006. Esto permitió a Bolivia acumular las mayores reservas de divisas de su historia: pasaron del 12% del PIB en 2003 al 52% en 2012. El PIB real por persona ha crecido a la mitad desde 2005. Según el Banco Mundial, la proporción de personas que viven con el equivalente a menos de 2,15 dólares al día (una vez ajustada la inflación) cayó del 15% en 2005 al 2% en 2019. La inflación anual fue del 1,7% el año pasado, la más baja de la región.

Los expertos alabaron el milagro económico de Bolivia. Pero no era sostenible. El gobierno gastó gran parte de las ganancias inesperadas del gas natural en subsidios a los combustibles, en empresas estatales ineficientes y en apuntalar el tipo de cambio. Los precios de los combustibles se congelaron en 2005 a 0,54 dólares el litro, frente a la media mundial actual de 1,31 dólares. En 2006, Morales nacionalizó los inmensos yacimientos de gas del país. Las empresas privadas se vieron obligadas a firmar nuevos contratos con la empresa estatal, Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), y a ceder el control mayoritario. También pagan regalías que ascienden al 50% de la producción bruta. El Estado se lleva una parte de los ingresos de las empresas petroleras y de gas mayor que en ningún otro país de América Latina después de México, afirma Marcelo de Assis, de la empresa de investigación Wood Mackenzie.

Estas políticas estatistas y populistas han inhibido la inversión. En 1999, tras la privatización del sector energético del país, las entradas netas anuales de inversión extranjera directa como porcentaje del PIB alcanzaron el 12%. Desde 2014, la media ha sido de apenas el 0,7%. Ese mismo año, el precio del gas cayó, al igual que la producción. La inversión anual en yacimientos de gas cayó de más de 1.000 millones de dólares en 2015 a 300 millones el año pasado.

El Gobierno se negó a ajustar sus políticas cuando cayeron los precios del gas. En su lugar, acumuló deudas y utilizó sus reservas para financiar sus costosas subvenciones. La deuda pública se ha duplicado desde 2014 hasta alcanzar la friolera del 80% del PIB, por encima de la media regional y mundial, y peligrosamente alta para un país de renta media baja. Un estudio de la Fundación Milenio, un centro de estudios de La Paz, la capital, descubrió que de las 63 empresas estatales de Bolivia, solo YPFB obtuvo beneficios entre 2006 y 2019.

Bolivia registra un déficit fiscal persistente y elevado desde hace una década. El déficit es del 7% del PIB. El FMI espera que el crecimiento se ralentice hasta el 1,8% este año. En 2021, Bolivia tuvo un superávit por cuenta corriente del 2% del PIB. Pero el FMI espera que este año se convierta en un déficit del 2,5%. Es poco probable que las reservas de Bolivia puedan compensar el déficit de financiación. Estas han caído de 12.000 millones de dólares en 2012 a menos de 3.500 millones. Sólo 370 millones de dólares son efectivo, demasiado poco para cubrir incluso tres meses de importaciones. La mayor parte del resto es oro, que una facción de políticos del Gobierno no está dispuesta a vender. La situación probablemente se ha deteriorado aún más desde la última vez que el banco publicó datos semanales en febrero.

También en febrero, el gobierno aprobó leyes que le permiten comprar dólares a agricultores y cooperativas de oro a un tipo de cambio favorable. “La gente se asustó y pensó: ¿por qué el Banco Central quiere comprar dólares y qué va a pasar con el boliviano?”, dice un cambista de la avenida Camacho de La Paz. Hace seis meses, solía comprar 3.000 dólares al día y vender la mitad. “Hoy no conseguimos ni 500 dólares”. Los bolivianos están sacando sus ahorros, cambiándolos por dólares y guardándolos en casa. En la semana previa al 12 de marzo, el Banco Central vendió 24 millones de dólares al público. Otro cambista dice que cuando se acabaron los dólares, los clientes empezaron a comprar euros, reales brasileños, soles peruanos o pesos chilenos. Ahora también se le están acabando.

Sorprendentemente, el gobierno niega que exista un problema. El 11 de abril, Luis Arce, presidente y ex ministro de Economía de Morales, concedió una entrevista en la que afirmó que no había necesidad de devaluar el peso ni de eliminar subsidios. Preguntado por las halagüeñas previsiones de crecimiento del Gobierno para este año, que duplican con creces las del FMI, respondió: “Vamos a decepcionar de nuevo a los organismos internacionales …. Me tranquiliza que digan que vamos a caer, porque eso significa que vamos a crecer más”. Un día antes, Arce se reunió con el sector privado por primera vez desde su llegada al poder en 2020. En lugar de inspirar esperanza, “la reunión sugiere que las cosas están muy mal”, dice Gabriel Espinoza, ex jefe del Banco Central.

El Sr. Arce no tiene una salida fácil de la crisis. La producción de gas se ha desplomado un tercio desde 2014. Alrededor de un tercio se vende en el país a precios inferiores a los del mercado, mientras que el resto se envía a Argentina y Brasil. Pero esas exportaciones cesarán en 2030, según un reciente informe de Wood Mackenzie. Esto se debe a que la producción caerá en picado. Además, en junio entrará en funcionamiento un oleoducto desde uno de los segundos mayores yacimientos de petróleo y gas de esquisto del mundo, en el extremo occidental de Argentina, hasta Buenos Aires. Esto reducirá la necesidad de Argentina de importar el producto de Bolivia. Aunque la demanda brasileña continuará, Bolivia tendrá que centrarse en abastecer el mercado nacional con una producción cada vez menor. La inversión privada no se materializará pronto. La ley por la que YPFB debe tener una participación mayoritaria en cualquier empresa conjunta se incluyó en una nueva Constitución redactada en 2009.

Muchos en el gobierno esperan que el litio sea la respuesta a los problemas del país. Bolivia posee los mayores recursos de salmuera de litio del mundo. Pero, a diferencia de sus vecinos Chile o Argentina, aún no ha extraído litio del subsuelo a escala comercial. En enero, un consorcio de empresas chinas anunció un acuerdo de 1.000 millones de dólares para producir litio en 2025. Pero Beatriz Muriel, de Inesad, un centro de estudios de La Paz, duda que el litio pueda sustituir al gas como fuente de ingresos. Señala que las condiciones del acuerdo chino no se han hecho públicas, y espera que estallen protestas sociales si la población local no se siente justamente compensada. Esto retrasaría aún más la producción.

El gobierno quiere vender sus reservas de oro, valoradas en 2.800 millones de dólares. Pero las luchas internas entre los partidarios de Morales y Arce, que están enfrentados, han provocado que la ley para vender las reservas no se haya aprobado desde que se presentó al Congreso hace más de un año.

Otras dos fuentes dan un respiro a Bolivia. En primer lugar, sus obligaciones de deuda externa ascienden a un porcentaje relativamente bajo, el 30% del PIB, y en su mayoría se mantienen en condiciones favorables con prestamistas multilaterales. Gran parte de ellas no vencen hasta dentro de una década.

Además, la gigantesca economía informal del país proporciona un colchón frente a un colapso, opina Carlos Gustavo Machicado, de la Universidad Católica de Bolivia. Más de dos tercios de los bolivianos trabajan en el sector informal, uno de los porcentajes más altos del mundo. Se calcula que las ventas de contrabando equivalen a casi una décima parte del PIB. Como el combustible en Bolivia es tan barato, gran parte se introduce de contrabando en el extranjero y se vende a precios más altos. La Sra. Muriel calcula que hasta la mitad de los 3.000 millones de dólares que Bolivia exportó en oro el año pasado pueden haber sido introducidos de contrabando desde otros países y exportados desde Bolivia, donde los impuestos a la exportación de oro son más bajos. Todo esto significa que hay dólares flotando en la economía, pero no en las arcas del gobierno.

“Se avecina una crisis de balanza de pagos, como en 1982″, afirma Machicado. Ese año, Bolivia entró en una crisis que acabó en hiperinflación. Hoy los signos de la presión financiera están por todas partes. En las calles de La Paz, los oportunistas venden dólares a un precio muy superior al oficial. Los sindicatos negociarán aumentos salariales en mayo, y exigen una subida del 10%. Espinoza calcula que la inflación alcanzará el 6% a finales de año. Una cifra baja para la región, pero alta para el país. Esto podría provocar disturbios. En Santa Cruz, en el este del país, han estallado protestas contra el Gobierno desde su llegada al poder. El 18 de abril estaba previsto que se produjeran más. Es posible que Arce no pueda negar los problemas de Bolivia durante mucho más tiempo.

Fuente: The Economist

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Eduardo Huaity González

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